viernes, 10 de agosto de 2018

SPITSBERGEN: EL GUARDIÁN DEL ÁRTICO. En Súper-8 4K de Kodak. Cuaderno de bitácora número 13.

 ¡ENCAJADO EN EL HIELO, FRENTE A UNA OSA POLAR HAMBRIENTA!
A tres o cuatro metros de distancia del superdepredador que no ve en la especie humana mas que un suculento bocado de comida, el Ursus Maritimus,  y, además, sin escapatoria, con la zodiac encajada entre el casquete polar y fragmentos flotantes de banquisa, ¡¡¡cerca de las 24.00 horas!!!,  ¿quién me iba a decir a mí que esta larga jornada iba a concluir en peligro de muerte?
UN EPISODIO QUE VALE POR TRES.
En estas latitudes, en 6 de mayo (domingo) de poco vale acotar un día ¡pues tenemos luz las 24 horas!, en una jornada que parece no tener final. Quien sigue esta bitácora sabe que, a las dos de la mañana, fuimos varios los que, al toque de campana, nos levantamos para ver como el “Malmö” atravesaba el “estrecho de los témpanos fragorosos”. Tras varias fechas sin apenas dormir, fui uno de los pocos que aguanté unas horas mas para filmar (y que mis retinas se deleitasen),  con el rosario de glaciares, a cada cual mas bonito, en el fiordo Kongsfjorden; el de bahía Magdalena apenas se pudo vislumbrar, debido a la niebla, pero no me importó pues ya lo había visitado en 1995 y en 2008, en pleno verano, y con buen tiempo. Si comparo aquellas primeras filmaciones, de hace casi un cuarto de siglo, con las actuales, ¡el retroceso del hielo realmente alarma! Nada mejor que Spitzbergen, termómetro del mundo, para comprobar que ya no es sólo el calentamiento global, sino que directamente estamos destruyendo el planeta sin que los gobernantes se den cuenta de que no hay otro al que ir.
Después de un fugaz descanso, desayuno a las ocho e, inmediatamente, toca vestirse de nuevo con tres capas de ropa, traje polar y botas, como relaté en la entrada anterior, navegamos en zodiacs por los bajíos del “paso de las corrientes traicioneras”, en ese santuario que para las morsas es la isla Moffen.

De nuevo a bordo, concluido el almuerzo, Svein Wik y Audun Rikardsen nos explicaron cual sería la derrota del buque: adentrarse en el fiordo Woodfjorden pese que nos toparíamos de nuevo con el casquete polar;  como Woodfjorden no es bendecido por ningún ramal de la Corriente del Golfo, cuyos últimos suspiros se exhalan alrededor de Moffen, buena parte de la navegación sería adversa, con el “Malmö” abriéndose camino rompiendo el hielo: empezaba la tercera parte de este largo domingo 6 de mayo, que, en otras latitudes con transición entre el día y la noche, equivaldría a una tercera jornada. El capitán Viktor Karlsson fue el encargado de celebrar un breve servicio religioso, en el que leyó unos versículos del Venite Adoremus que, mas o menos, decían lo siguiente: 
"En Su mano las honduras de la Tierra,
La cimas de las montañas son Suyas.
Suyo es el mar, pues Él lo hizo.
Y la tierra firme que formaron Sus manos.
Venid, adoremos y postrémonos".
Aquí, entre los hielos, en medio de un tiempo inclemente, aun el espíritu mas libre siente la necesidad de entrar en contacto con la fuerza superior, que se puede definir de distintas maneras y a la que todos recurrimos cuando sentimos necesidad de protección.  
LA SIESTA… NO PARA ESPAÑOLES.
Una de las sorpresas que me llevé, esta tarde, es que varios expedicionarios “desaparecieron” en sus camarotes… para dormir la “siesta”: dos de los cuatro ingleses, algunos suecos y mi compañero holandés. ¡Resulta que los españoles nos llevamos la mala fama y, sin embargo, son otros los que sestean! Y eso que uno, pese al cansancio acumulado de días, añadía el no haberme tirado en la cama ni tres horas durante esta jornada a la que no se veía final.
El paisaje que vislumbraba ante mis ojos me hacía resistir, tanto para cumplir el encargo de Kodak como para rodar el documental “Spitzbergen: el guardián del Ártico”. 
Entre café y café, subía a la cubierta superior donde, a la intemperie, la amazona del Polo Norte, Delphine Dupré, escrutaba con el catalejo a través de la neblina en busca de vida: osos, morsas, focas o, incluso, zorros. Delphine, siempre armada, agradecía cada taza pues, en esta su atalaya, encima del puente de mando, el viento inclemente no ceseba de barrer su superficie ululando como una especie de cántico fúnebre. No quiero ni pensar lo terrorífico que debe resultar este sonido en la negrura de la obscuridad perpetua del invierno ártico.
En el "Malmö", un pequeño rompehielos en servicio desde la época de Hitler, los 13 expedicionarios teníamos libertad total de movimientos. Podía,  por tanto, adentrarme en el puente de mando, siempre que quisiera, y así lo hice en ciertas ocasiones, pero prefería sentir la libertad de las cubiertas. Ocasionalmente iba a proa pero, para fugaces tomas e inspecciones, la popa era mejor pues, aparte de tener acceso directo al comedor/sala de estar, estaba amparada por la propia superestructura del navío y una especie de techo que no era mas que una loneta atormentada por el viento, excepto cuando la nieve se congelaba sobre ella y le proporcionaba rigidez.
NO ME VOY AL CARAJO.
La verga de proa, pese a su dureza (de acero), no me merecía la suficiente confianza como, con el metal tan congelado que literalmente "quemaba", trepar a su canastilla; el científico Audun Rikardsen era capaz de subir allá con una agilidad sorprendente, para, después, resistir horas incluso a -20 grados Celsius que, arriba, enfrentado al viento, tal vez fueran, en el mejor de los casos, -30 grados: a esa temperatura, lleva menos de un minuto que un dedo sin protección se congele completamente.
De la ubicación de esta canastilla, en la parte mas alta del mástil de proa de un barco,  viene la conocida expresión, en español, de “vete al carajo”, cuando no queremos saber de alguien. 
Desde el carajo se divisa muy bien el horizonte (para eso lo usaba Audun), pero, por el contrario, es el lugar donde mas se notan los vaivenes de la nave. Estuve a punto de ascender el día que el “Malmö” se quedó atrapado en el hielo: sin embargo, como los peldaños literalmente “quemaban” de frío, finalmente no me atreví; aunque uno conserva su espíritu aventurero intacto, el cuerpo no está a la altura tras 58 años (no muchos mas, por cierto, que la cámara Súper-8 que me acompañaba, una Bauer A512).
CAFÉ CON KARI: SIEMPRE ESCRIBIENDO.
En estas continuas y entradas y salidas del comedor/sala de estar no me vestía con el traje integral polar sino que, a las tres capas internas de ropa interior especial ártica, en el exterior llevaba un plumífero con capucha y, bajo él, auténtica ropa noruega. De hecho, era el único a bordo con ropa típica de Noruega.
La Luisa Lane del Ártico, la periodista Kari Toft, que iba siguiendo la expedición para la Norwegian Television NRK, solía estar en la sala de estar escribiendo, ¡de forma manuscrita! las crónicas que luego, una vez aprendidas,  debía grabar ante la videocámara de Reidar Gregersen, su Jimmy Olsen. Pese a ser noruega, me dijo que nunca vió a nadie, en su país, con tanta ropa noruega como uno. ¡Se desternilló de risa al escuchar mi explicación! Estando, con mi familia, en el DisneyWorld de Florida, sin más atavío que el propio para una latitud tropical, de un día para otro, en un caso inaudito, la temperatura cayó de alrededor de 30 grados ¡a menos de diez! No nos quedó mas alternativa que adquirir vestuario en ¡la tienda de Noruega de Disneyworld!, prendas que hemos conservado en la familia durante estos años, e incluso uso en mi ciudad algún día especialmente frío. “Aquí viene el tirolés”, cuando visto con esta ropa en La Coruña, me espeta mi amigo el Dr. Barbé, el productor dueño de Formato y el hombre cuyas medidas salvaron al Clúster Audiovisual de Galicia de la práctica bancarrota en la que lo sumió la gestión de Antón Reixa, que, la de vueltas que da la vida, ha pasado de azote del Partido Popular a ser nombrado por los cargos de ese partido asesor de temas audiovisuales ¡con despacho propio! nada menos que en el CGAI (la autodenominada, impropiamente, “filmoteca” gallega, y que no pasa de almacén de quincallería, a juzgar como en su "archivo" se acumula, desparramado en pilas, lata sobre lata, el patrimonio audiovisual de los gallegos). Tendrían que visitar, estos asesores de tres al cuarto, como hizo uno al comienzo de esta expedición, el Archivo Mundial del Artico, por no citar el de la Eastman House, fundado por Kodak en Rochester, para saber cómo conservar material fotoquímico de forma seria, con respeto para el país y para el contribuyente.
En estas mis continuas entradas y salidas desde la sala-comedor al exterior, parecía como si el frío de fuera pareciese mucho peor de lo que a veces era realmente.
OSOS A LA VISTA: ¡ZAFARRANCHO DE COMBATE!
Aun estábamos con la sobremesa de la cena, cuando la puerta del comedor que da a la cubierta de popa se abrió: tras el frío aliento ártico, entró, con su traje polar, Delphine Dupré para comunicar que había visto osos merodeando en la distancia por el casquete. ¡Dios nos vino a ver!, podríamos exclamar, pues, en una inmensidad como las Spitzbergen y las Tierras de Francisco José solo sobreviven unos 3.000 ejemplares (pese a que están protegidos desde 1973).
Sven y Audun, después de deliberar con el capitán, Viktor Karlsson, decidieron que, pese a que la corriente arrastraba enormes trozos de banquisa separada del casquete, deberíamos arriesgarnos a bajar en las zodiacs.
Cuando sonaron las campanas desde el puente de mando, en una especie de llamada al zafarrancho de combate, los expedicionarios bajamos velozmente por los estrechos pasillos y escaleras del “Malmö” para coger nuestros equipos fotoquímicos o digitales y ponernos el traje ártico, las botas hasta la rodilla, el chaleco y demás parafernalia.
PRUEBA PARA KODAK.
En la noche estival ártica, aunque diurna, la temperatura desciende aún más, de forma que, en el exterior el mercurio marcaba -15 Celsius. Esta vez, en lugar de desembarcar con la Eumig Nautica impermeable, decidí arriesgarme con la Bauer A512, en su versión “André Egido”, pues, para cumplimentar una prueba para Kodak,  debía filmar con las tres diferentes emulsiones negativas: la Vision 50, la 200 y la 500, esta última, con un experimento: exponerla a 50  para luego sub revelarse dos diafragmas . Cuando Ludwig Drasser, de Andec Films, me devolvió este rollo, debidamente telecinado en 4K por el laboratorio Ocho y Pico, de Madrid,  quedé sorprendido con el resultado: grano más contenido que expuesta a su sensibilidad nominal de 500 ASA, excelente latitud y magnífica definición. ¿Podrá la 500, en un futuro difícil, convertirse en la negativa “universal”, exponiéndose a 50 o 200 según convenga? Pudiera ser.
Para mi documental, este experimento Kodak origina una pequeña complicación a la hora del etalonaje (tarea que consiste, entre otras cosas, en igualar el color y el grano de una misma secuencia), pues el blanco níveo de la banquisa presenta un espectro muy distinto en cada una de las tres emulsiones.
LA OSA NOS ENCUENTRA.
Con la tranquilidad del entrenamiento del desembarque de la mañana, en Moffen, en medio de agitadas corrientes traicioneras,  el de esta "noche" fue mucho mas rodado: había mucho hielo flotante, sí, pero el agua se encontraba mas tranquila y el aire, aunque frío, sin demasiado viento (no obstante, su fantasmagórico ulular seguía omnipresente, como recordándonos que, al menor descuido, el Más Allá nos estaba aguardando con los brazos abiertos y la guadaña en una mano).
De las dos zodiacs, la mía era en la que navegábamos los profesionales, como la intrépida Kari, su videógrafo o  Audun Rikardsen, éste con una de esas carcasas para cámaras Canon, diseñadas y construidas por él, que, equipadas con ultragranangular, le permiten disparar sus famosas fotografías semisumergidas por las que es premiado internacionalmente.
El timonel de nuestra zodiac, un verdadero experto criado entre icebergs:  el groenlandés Kanun Lennert, quien, aunque no es profesor de biología en una universidad como Audun, se reveló como un ameno experto no sólo de la fauna sino de la flora ártica: todos los manuales enseñan que en Spitzbergen, debido a su latitud tan al norte, no crecen árboles. Gracias a Kanun supimos que están equivocados pues, en algunas zonas, se pueden encontrar unas plantas que llegan hasta los quince centímetros de altura y con tallo de madera: según Kanun, toda planta con madera es un árbol, aunque sea liliputiense.
Kanun, de sangre inuit (detesta el término esquimal pues es la forma peyorativa con la que los indios denominaban a su pueblo y que significa “comedores de carne cruda”), es el único que legalmente podría abatir a un oso o a una morsa sin necesidad de que tuviera que ser para autodefensa, un privilegio reconocido a los inuit y a los sami (lapones),  algo que, por supuesto, no era su intención, pues es un gran defensor de la Naturaleza en un Ártico que, según nos explicó en el "Malmö", tal y como lo conocemos, o se implantan medidas drásticas por parte del resto del planeta, o esta maravilla de desaparecerá ¡durante este siglo!
Sorteando banquisas flotantes, estuvimos bordeando el casquete hasta cerca de media "noche". En la distancia nos olisqueó una osa, acompañada de su osezno de un año. Audun, tras probar la resistencia del hielo del casquete, se tumbó sobre el hielo para disparar varias diapositivas con su teleobjetivo Canon de medio metro de largo. Reidar Gregersen, el Jimmy Olsen de Kary, se atrevió a bajar también, ¡con trípode y todo!, amparado, eso sí, por Kanun en su retaguardia, para el caso de una rotura del hielo.
El oso polar, que científicamente, como le gusta bromear a Audun, se llama Ursus maritumus "por su afición a comer marineros" (sic), es el depredador de mayor tamaño sobre la faz de la Tierra. Los machos pueden superar la tonelada de peso con una colosal envergadura de ¡hasta tres metros de altura! puesto sobre dos patas.
El oso polar es el único depredador que acecha a los humanos habitualmente como presas: de ahí, la obligación por ley, en Spitzbergen, de portar armas fuera del perímetro de protección de la “capitalLongyearbyen.
Gracias a su finísimo olfato, capaz de detectar focas a través de la banquisa, la osa, seguida de su osezno, se encaminó hacia nosotros. Para ella, ¡no somos mas que un suculento aperitivo! Pocos carnívoros son mas peligrosos, para un humano, que el ataque de un oso.
Un oso polar desnutrido y hambriento, como esta osa, y con un osezno a su cargo, son decididamente letales dada no sólo su fuerza, sino su astucia: pueden venir con lentitud, disimulando, para, de repente, acelerar a 40 kilómetros por hora. En caso de ataque, como bien se sabe en Spitzbergen, las víctimas rara vez sobreviven. Con la osa cada vez más cerca, ¿sería el momento de nuestra última oración?
AUDUN APURA HASTA EL ÚLTIMO SEGUNDO.
¡A toda prisa tuvo que subir Audun a nuestra embarcación!, cuando la osa y su osezno estaban, como quien dice, a tiro de piedra.  La otra zodiac, con los expedicionarios menos arriesgados (bajo la protección de Svein y Delphine), se mantuvo a una distancia mas que prudente, pero nosotros permanecimos a ¡sólo un metro! del casquete,
 con la osa y su osezno a menos de cinco, dado que Audun quería disparar una diapositiva con su famoso método de imagen semi sumergida. Cuando ya estábamos prácticamente al alcance de la osa, quisimos retroceder ¡pero no pudimos!: nuestra zodiac vio cortado su estrecho en el agua por dos enormes banquisas flotantes que se habían desplazado.
Audun, arriesgando su vida, saltó fuera de la zodiac, boca abajo sobre el mar, para aplicar toda su fuerza vikinga contra la banquisa flotante, ayudado desde el otro lado por la zodiac de Svein,  con su motor fueraborda a plena potencia. Justo cuando la osa estaba a punto de saltar sobre nosotros,  ¡conseguimos liberarnos!
Menos mal que la osa, con su instinto de madre, no quiso dejar sólo a su osezno. Si fuera un macho, se hubiera echado al agua sin duda y entonces nuestra supervivencia habría peligrado, pese a ir equipados con dos Mauser y tres pistolas.
Esquivando banquisas flotantes e icebergs, un poco más tarde de media noche retornamos a la seguridad del “Malmó”. El sol, que había permanecido oculto casi toda esta larga jornada, paradójicamente, a esta hora, dejaba entrever sus rayos.
Aquí, en Spitzbergen, se pueden vivir todas las estaciones del año ya no en un día, sino en una hora, como tendríamos ocasión de comprobar en la jornada siguiente cuando, tras desembarcar del “Malmö” con sol en busca de una guarida de focas y morsas ¡acabamos desorientados en medio de una descomunal tormenta de nieve!
Si es nuevo en esta bitácora, no se olvide de leer las inauditas informaciones publicadas en las entradas anteriores: 
Capítulo 1:  https://mimundoensuper-8.blogspot.com.es/2018/05/spitzbergen-el-guardian-del-artico-en.html
Capítulo 3 https://mimundoensuper-8.blogspot.com/2018/06/spitzbergen-el-guardian-del-artico-en.html  
Capitulo 12: https://mimundoensuper-8.blogspot.com/2018/08/spitzbergen-el-guardian-del-artico-en.html


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