La Kinora fue un primitivo sistema cinematográfico fabricado por los Lumiere entre 1895 y 1914 para uso doméstico. Los fotogramas vienen en papel fotoquímico, cortados y encuadernados en una especie de disco que, al girar la manivela, y mirar por el visor, permiten su visionado en movimiento con una sensación "cinemática" absolutamente encantadora: mover la manivela, ver estas viejas películas de los Lumiére y escuchar, al mismo tiempo, el ruido de cada fotograma pasando es una sensación que nos devuelve a los inicios del cine.
La Kinora fue, podría decirse, el antecesor de los videoclubs: los clientes disponían de un catálogo, con todos los clásicos de los Lumiére, cuyos títulos podían alquilar o comprar por correspondencia. Lo más sorprendente del sistema es que, fabricado mi aparato con sus películas en el siglo XIX, ¡se encuentra plenamente operativo transcurrido una buena parte del siglo XXI!
Hace muchos años que tengo esta unidad. Es difícil encontrarlas en este estado, virginalmente inmaculado, con las etiquetas originales. Formó parte de un juego de dos (aunque de una de ellas tuve que desprenderme, al principio de esta crisis sin fin, vendiéndosela a Kodak, en la época del gallego Antonio Pérez como CEO: ahora se encuentra en la Eastman House).
¿En qué filmoteca gallega se puede ver esta Kinora en una vitrina, precisamente hoy, Día Mundial del Patrimonio Audiovisual? ¿En el CGAI? ¡¡¡Noooo!!! Sólo en IB Cinema, naturalmente.
En su día, junto con otros aparatos de la colección IB Cinema, formó parte de las vitrinas con las que Carlos Negreira, el llorado alcalde de La Coruña, conmemoró el aniversario de Sellier, el pionero coruñés del cine español.
¿Contó aquella exposición con elementos procedentes del CGAI? ¡Noooo! Todas las vitrinas estaban repletas con elementos procedentes de la filmoteca IB Cinema, excepto dos, que procedían de la Filmoteca Nacional.
Que nadie se sorprenda. El CGAI, aunque se autodenomina pomposamente "filmoteca de Galicia", de espíritu de filmoteca tiene poco, desde la desaparición de José Luís Cabo. Ahora, es poco más que un videoclub con la práctica totalidad de la programación exhibida en videoproyección. Al haber despedido a su eficientísimo proyeccionista de cine, pasar los archivos en vídeo es el recurso que tienen para simular, ante los ojos poco entendidos, que las actividades siguen como antes. Claro que sí que hay algunas cosas que siguen como antes: su tarjeta VISA "black", por ejemplo; ¡esto sí que es algo que habría tenido que ser recortado, y no el empleo del imprescindible proyeccionista de cine!
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