Ucrania, cuando estaba dentro de la Unión Soviética, era el principal proveedor cinematográfico para el COMECON (aquella especie de Unión Europea de los países socialistas). Esa acreditada industria, con cámaras legendarias, se fue a la bancarrota tras el derrumbe del Telón de Acero. Una pena como acabó todo. Rusos y ucranianos fueron un pueblo hermano (Brezhev, por ejemplo, era ucraniano), y hoy andan a tiros unos con otros.
Ucrania producía, amén de la gama de películas Svema, toda una línea de cámaras de cine para todos los formatos. Una de mis favoritas, para cine de 16 mm, es esta Kiev 16 C2: tamaño alucinantemente compacto, dos objetivos incorporados, varias velocidades de filmación, construcción sólida ¡como un martillo! y funcionamiento sin necesidad de baterías, con un mecanismo de resorte.
Es una cámara diseñada para durar decenios, sin tener para nada en cuenta la degeneración industrial de la obsolescencia programada. Mi cámara de diapositivas estereoscópica (3D), la FED, que todavía uso hoy, es también ucraniana, de los tiempos soviéticos.
Desgraciadamente, ninguna de esas fábricas ha podido sobrevivir al mercado abierto con la competencia de la China roja y su basura electrónica manufacturada por esclavos.
Tampoco Marilyn pudo sobrevivir en este mundo cruel.
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