Para ocasiones en que, siendo necesario el Súper-8, sea menester exceder este metraje, en un uso profesional, el cineísta sólo puede circunscribirse a tres cámaras, que admitan bobinas de Doble Súper-8 de 32 metros.
DOBLE SÚPER-8
El Doble Super-8 se suministra en película de 16 mm de anchura pero con perforaciones tipo S a cada lado. En la cámara, primero se expone una mitad, y después la otra. Tras el revelado, el material filmado se corta longitudinalmente en dos tiras, de forma que se cuenta con 64 metros de filmación.
Como se pueden rodar 32 metros sin interrupción, ello permite planos secuencia de algo más de siete minutos a 18 fotogramas por segundo. Para estas bobinas de treinta metros de DS8 se fabricaron tres cámaras, dos de ellas en serie: la Canon DS8, la Elmo C300; y la Pathe DS8 de producción bajo pedido adaptada de 16 mm;
Mi Pathe DS8 |
CASI CUATRO KILOS DE CÁMARA.
La Canon DS8 es la versión en Doble Súper-8 de la famosísima Canon Scoopic de 16 mm, durante años utilizada para filmar noticiarios, documentales y en televisión. Comparten ambas el mismo cuerpo pero con, incluso, mas refinamientos técnicos en la versión DS8, pues a diferencia de la de 16 mm, dispone de obturador variable y rebobinado eléctrico.
En su día, antes de 2005, la empleé bastante pues era la única forma de filmar Kodachrome sin filtro: para Kodachrome, el Súper-8 siempre se vendió en versión de tunsgteno, de tal manera que para rodar con luz de día, a 5.500 grados Kelvin, resultaba menester hacer uso de un filtro, circunstancia que siempre me disgustó: ¡cuantos menos elementos ópticos existan entre la película y la escena, mejor!
Este problema no ocurría, sin embargo, en Single-8, pues la película Fujichrome 25 se vendió siempre para filmar con temperatura de color para luz de día.
Gracias a la Canon DS8 y el Kodachrome 25, para 5.500 grados, ¡pude obtener unas imágenes sin filtro que aun hoy sorprenden por su colorido y nitidez en Kodachrome!
Aparentemente, la Canon DS8 comporte el objetivo de la Canon 814, pero es sólo en apariencia: cada uno de sus cristales cuenta con mas tratamientos del sistema Spectral Coating, algunos son de tierras raras, y, además, dispone de auténtico diafragma de iris circular.
Si ahora la he desempolvado, mi Canon DS8, es por que la voy a poner a punto, tras más de una década en la vitrina, pues necesito usarla para un requerimiento especial de un cliente de IB Cinema en el que emplearé dos rollos de treinta metros de Fomapan, una película en blanco y negro muy rica en plata que se hace en Chequia.
Otra de las ventajas de esta cámara es la estabilidad de las imágenes: no sólo incorpora, la DS8, un presor, sino que, además, la película, al salir de la bobina suministradora y, también, antes de entrar en la receptora, pasa por sendos rodillos dentados. Con semejante golosina técnica, y estando equipada con motor para el rebobinado eléctrico, nunca entendí como la marcha atrás sólo podía funcionar con el obturador cerrado, de forma que imposibilitaba filmar ciertos trucajes.
Tampoco me gusta, de la Canon DS8, su sistema de medición de luz a través de un objetivo separado (sorprendentemente, con su propio iris, en una complicación digna de admiración) -aunque apunta a un ancho de sólo veinte grados, lo cual es de ayuda, ciertamente-.
Carece, la DS8 (¡estamos hablando de una cámara de 1970!), de disparador electromagnético; tampoco tiene motor para el objetivo de focal variable; ya está escrito que es muy pesada y, además, escandalosa: al propio ruido de la cámara, nada discreto, hay que añadir el de las bobinas girando.
A cambio, la Canon DS8 ofrece una asombrosa calidad de imagen, una robustez incuestionable (íntegramente metálica) y es muy parca en el consumo de energía.
¡Me encanta su libro de instrucciones!, agradeciendo su compra y asegurando que proporcionará años de servicio; cuando lo redactaron, ¿se imaginarían que medio siglo después, en un remoto lugar de Europa, alguien la estaría usando todavía?
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