La mayoría de los cineístas, incluso aquellos que se enorgullecen de su creatividad, suelen delegar la fase del revelado en laboratorios especializados. Para muchos, es un simple trámite técnico, un paso invisible en la cadena de producción. Pero yo siempre quise más. Siempre quise tener el control total sobre esta fase, no solo como un perfeccionista obsesionado con cada fotograma, sino como un alquimista que busca expandir los límites de la imagen argéntica.
Hasta hace unos meses, mis incusiones en este terreno estaban limitada por un sistema rudimentario, una espiral de revelado de la era soviética. Pero todo cambió con la llegada de la procesadora JoBo CPP Classic . Ahora, tengo en mis manos una herramienta que me permite intervenir de manera radicalmente creativa mis originales fílmicos inversibles (que proporcionan una imagen positiva tras el revelado). Lo que antes era una fase técnica ahora es un territorio fértil para la experimentación.
El ejemplo que comparto hoy es prueba de ello: un fundido de apertura solarizado, logrado con película de Súper-8 Kodak Ektachrome 7294. En digital, este tipo de efectos pueden replicarse con un par de clics, pero en cine de verdad, fotoquímico, fílmico, en una película inversible que es la misma que se filma y se proyecta, el proceso adquiere una dimensión casi mágica.
De lo que se trata es de establecer una especie de diálogo entre lo artístico y lo técnico, un ejercicio de paciencia y precisión donde cada decisión puede alterar la imagen de formas inesperadas.
Me atrevería a afirmar que un fundido cinematográfico solarizado como el que soy capaz de lograr es algo que nunca se ha hecho antes en España, y lo hice para una práctica de la Escola de Imaxe e Son de La Coruña, con película Kodak Ektachrome 7294.
Intentarlo, fue un reto. ¿Lo lograría? Trabajando con película, que es costoso, las cosas tienen que salir bien a la primera. Esa incertidumbre es precisamente lo que me fascina: en cada experimento, en cada nueva técnica, se abre un camino donde la imagen deja de ser un registro pasivo y se convierte en un organismo vivo, moldeado por la luz, los químicos y la intuición del cineísta.
El cine de verdad, lo fílmico, lo fotoquímico todavía tiene secretos por revelar. Solo hay que atreverse a buscarlos.