lunes, 7 de abril de 2025

FUMEO 9315: FINE-TUNING THE CAPSTAN DRIVE PRESSURE ROLLER ON A LEGENDARY WORKHORSE

There’s a certain kind of quiet that settles in on Sunday afternoons — the kind that invites you to step away from screens and deadlines, and lose yourself in the gentle ritual of adjusting gears, rollers, and levers. The kind of quiet where time slows down, and you find yourself face-to-face with a beautiful piece of machinery from another era.

Yesterday, that ritual brought me back to one of my trusted companions: a Fumeo 9315, the 500W xenon 16mm projector. Not just the standard model — mine are fitted with rare swing-open mechanical heads, making the internal architecture delightfully accessible. A gentle click, a careful swing, and there it is: the heart of a precision-crafted Italian projector, waiting for a touch of care.

In the photo, you can’t see the upper loop former (an optional feature, unlike the lower one), but you can spot a few key elements:

  • The pressure pad for the sprocket roller

  • The variable format change lever for the window

  • The adjustable pressure regulator

  • The non-steel pad with variable pressure— designed with a specific material and thickness to minimize film wear

Most 16mm projectors don’t allow you to fine-tune the pressure exerted by the roller on the capstan. But the Fumeo 9315 does. I’ve set mine with the utmost delicacy: without film, the roller doesn’t even touch the capstan drive. It only presses — lightly, almost reverently — when film is threaded through. A subtle adjustment, but one that speaks volumes about the engineering behind this projector.

I bought this particular Fumeo directly from the factory around 1990 (the other one a couple of years earlier). More than thirty years of steady use, and not once have they faltered. A true testament to Italian craftsmanship — these machines weren’t just built to last. They were built to be loved.

domingo, 6 de abril de 2025

ELEGY TO THE PAMPA GRASS - Author´s Note

Last autumn, I shot the short film "Elegy to the Pampa Grass" using a few meters of old Kodak Ektachrome 7285 film, expired in 2012. Carefully removed the film from its original Super-8 cartridges, I reload it in 7.5-meter batches to Single-8 cartridges in order to use my loyal ZC1000N camera —a companion of a lifetime— which has followed me since my student years, from the deserts of Africa to the desolate Taylor Dry Valley in Antarctica.

I developed the film myself, in my own lab in La Corunna (Galicia, NW of Spain), using a JoBo Classic CPP processor and original chemicals. The initial edit was done the old-fashioned way: with a Goko viewer and a Fujifilm splicer, cutting and joining each shot with the same care one might use to bind a book.


Slide Ektachrome 7294

Over that first cut on film, this weekend —in the symbolic contrast of a new Mac computer— I’m writing a script that seeks to accompany the images with a slow reflection on the movement of species. A notion that some today attack in the name of ecological purity, yet one that has always been present in the very history of life’s evolution on Earth: life is movement, mixing, transformation.

This short film, like all my cinematic work, is a fully handcrafted creation: I shoot, develop, edit and write it myself. I may not manufacture the raw film —that’s still Kodak’s domain— but I come close: I repackage it, in dark room,  from Super-8 to Single-8 cartridges, a film system that officially ceased to exist in 2013.


Luckily, I’m not alone in this endeavor. In the editing, reloading and processing, I count on the help of my factotum Álex, who, like me, believes that real film cinema is more than just images —it’s a way of seeing the world.

And since Álex also has a great voice, he may well become the narrator.
For the musical accompaniment, I’d love to include a piece by the great Galician gaiteiro, Anxo Lorenzo.
But that… we’ll tell you more about soon.

sábado, 5 de abril de 2025

LUZ, CÁMARA... ¡FUMEO 9119! SÚPER-8 CON MÁXIMA LUMINOSIDAD A 3.000 LÚMENES

Cuando hablamos de proyectores de Súper-8 con potencia luminosa descomunal, hay modelos que inmediatamente vienen a la mente del connoisseur: el Fumeo 9145, con su lámpara de xenón 500 capaz de alcanzar los 1.500 lúmenes; el legendario Beaulieu HTI250, que llega a unos 1.600 lúmenes; o el icónico Elmo GS1200 Xenon 250, que, equipado con el objetivo 1.0, tal vez roce los 1.000 lúmenes. Le siguen de cerca modelos como el Fumeo 9143 (también con unos 1.000 lúmenes, con la HTI250) y el 9139, que alcanza los 800 lúmenes, con la Marc 300. Todos ellos, fabricados a finales del siglo pasado.

Pero entonces… llegó el siglo XXI y, con él, una nueva bestia comenzó a gestarse.

Fumeo estaba explorando nuevas posibilidades, y puso a prueba una innovadora lámpara desarrollada para los proyectores digitales de auditorio por un reconocido fabricante japonés. Este avance fue pensado para un modelo muy especial: el FUMEO 9119 HP STEREO XENON.

Tras el cierre de la fábrica, un técnico visionario de Fumeo —poco antes de fallecer— logró adaptar dos o tres unidades del 9119 a esta nueva tecnología. Uno de ellos, afortunadamente, está hoy en manos de mi amigo Alberto Vangelisti, el director del famoso laboratorio especializado en aplicaciones de bandas magnéticas y doblaje Movie Magnetic, y que comparte conmigo la pasión por Fumeo. 

¿Qué tiene de especial esta adaptación? Primero, su diseño es compacto y sin necesidad de rectificador externo, algo inédito en estos niveles de potencia. Pero lo verdaderamente impresionante es su rendimiento: ¡3.000 lúmenes reales de luz desbordante!

Esta misma semana, Alberto proyectó una película con su Fumeo 9119 HP en una sala de cine... y nadie, absolutamente nadie del público notó que era Súper-8. La calidad de imagen, el brillo, la definición… todo, absolutamente todo,  parecía emanado de un formato mucho mayor. Y ahí está la magia.

El FUMEO 9119 HP STEREO XENON no es solo un proyector, es una joya de ingeniería cinematográfica artesanal, una explosión de luz que hace que el Súper-8 brille como nunca fue ni imaginado por Kodak.

viernes, 4 de abril de 2025

EL SÚPER-8 DE LOS SISTEMAS DE VIDEO: VCR

Hay algo especial en escribir rodeado de historia del audiovisual. Mientras mis dedos teclean sobre un Mac de 2025, junto a la cámara de Súper-8 Nizo Professional que tanto gustaba a Steve Jobs, mi mirada se distrae de vez en cuando con los reflejos cálidos del televisor Zenith Chromacolor de 1975 que preside mi estudio Nelson de trabajo. Pese a su medio siglo, completamente restaurado por Álex, con los sabios consejos de José Manuel, su tubo catódico brilla con orgullo, no solo por fuera, sino también por dentro: color, sí, pero también alma.

¡Mas de cien kilos entre ambos aparatos!

Justo debajo, como si hubieran nacido el uno para el otro, reposa un videograbador Nordmende VCR, también con cincuenta años, una pieza excepcional que llegó hasta mí, desde Barcelona,  gracias a la cortesía del hijo del antiguo importador de la marca en España. Ambos aparatos conforman un dúo que evoca otra época, una en la que el futuro se veía como un televisor "a colores", como se decía entonces,  y un cartucho coaxial.

¡¡¡Chromacolor!!!

Y es que mucho antes de que el VHS se convirtiera en el estándar de los videoclubes y los hogares, ya existía un sistema pionero, hoy casi olvidado: el VCR o Video Cassette Recording, también conocido como formato 1500. Fue lanzado por Philips en 1972, una época en la que el término “vídeo doméstico” era apenas una idea futurista. Aquella tecnología utilizaba cartuchos que recuerdan, por su disposición coaxial, a los del cine Súper-8. De ahí su encanto, casi artesanal, como si la imagen grabada todavía guardara algo del aliento de quien la registró.

Necesitamos ser tres para subir todo desde el taller

El VCR es voluminoso, robusto, de líneas sobrias pero elegantes, y guarda en sus entrañas una ingeniería que adelantaba los sueños de un futuro que todavía no sabía llamarse digital. No tuvo una vida larga, barrido en apenas unos años por el empuje imparable del VHS y el Betamax. Pero dejó su huella, especialmente en Europa, y particularmente en hogares pioneros donde la tecnología convivía con la expectación del porvenir.

¡¡¡VCR DE TUBULAR BELLS!!!

Hoy, ese Nordmende que ahora forma parte de mi estudio ha cobrado nueva vida. Y no solo eso: he podido ver, por fin, una cinta de Tubular Bells en formato VCR que me regalaron hace un cuarto de siglo. El sonido, las imágenes, todo tiene un aura distinta, como si el tiempo se replegara sobre sí mismo.

Es en este entorno, también con proyectores de cine, donde me encanta crear escribiendo. Este equilibrio entre épocas no es casual. Tiene que ver con una filosofía: la del reaprovechamiento, del rescate, del diálogo entre lo que fuimos y lo que somos. Porque la tecnología, lejos de ser un simple avance, también puede ser una forma de memoria.

Así, entre válvulas restauradas, cintas magnéticas y bits de silicio, seguiremos creando historias. Y cada una de ellas, como el cartucho coaxial, gira en espiral alrededor de un núcleo común: la pasión por contar, recordar y compartir.

P.S. Cuando yo era estudiante de bachillerato, Nordmende asombró a Europa con un telecine compacto capaz de reproducir Súper-8 sonoro en televisores en color.

VCR: cinta de video coaxial