Hay sesiones de cine que se recuerdan por una buena proyección... y otras, por los sobresaltos técnicos que casi la impiden. El año pasado, para la sesión inaugural del Sellier Film Festival, con películas de Carlos Fernández Santander a 18 fotogramas por segundo, llevé el proyector Fumeo 9140 equipado con una lámpara Marc 300 recién instalada. Todo estaba listo para una sesión impecable.
Pero cometí un error: cuando puse la lámpara nueva, no la conecté bien.
La Marc 300 se enciende con una descarga de miles de voltios. Al no hacer buen contacto, se formó un arco eléctrico que quemó la clavija hembra del proyector.
Afortunadamente, logré salvar la proyección in extremis, desmontando el enchufe y sustituyéndolo por una simple ficha.
Este tipo de conector específico para la Marc 300 sólo lo fabricó General Electric, una empresa que ya no existe. Lo busqué durante meses por canales alternativos, hasta que por fin encontré uno en EE.UU., por 25 dólares.
¡Qué alegría tuve!, hasta que llegó el paquete.
Mi sorpresa fue tener que pagar impuestos de importación por valor de 24,60 €. Unos 4 € eran de IVA. El resto, mas justicación que el concepto de "extracargos". ¿Cómo puede el Estado confiscarme de mi dinero, que me pide en metálico, una cantidad similar la valor de lo adquirido?
Esta voracidad fiscal sin mesura, no se compara ni con la de los señores feudales. Si no fuera porque es una pieza muy dificil de obtener, se la dejaría a ellos para que se la comiesen con patatas.
Lejos de, por ejemplo, felicitarme, por mantener viva, en el ámbito cultural, la tecnología fílmica, de forma casi arqueológica, en España, no recibo mas que sopapos de las administraciones públicas. Pero voy a seguir en la lucha. Ya no sólo es una resistencia técnica, sino también una batalla contra el vampirismo burocrático.
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| Potencia soberbia de la lámpara Marc 300 para Súper-8 y en una sala sin oscurecimiento total |


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