Cuando tengo la pantalla en blanco y elijo la tipografía Courier 12, siempre entro en pánico: es el momento de empezar a escribir un guión.
A uno, que anda a muchas cosas y, además, tiene preocupaciones familiares, siempre le cuesta arrancar: ¡el terror de la página en blanco! Pero, una vez que el primer folio se encuentra completo, escribo rápidamente, y me surge otro problema: resumir, pues normalmente ¡redacto mucho mas de lo que necesito!
Así, por ejemplo, para "Eisenman 2049" ¡¡¡el guión duraría 55 minutos!!!, siguiendo el modelo oficial de maquetación para un minuto por página. Labor, la de escritura, que dejo para después de la cena y antes de ponerme a leer: ¡sí, amigos, a veces subo en pijama a IB Cinema!
Uno, que sin serlo, hace también de locutor, e, incluso, habla con distintas voces, se ve obligado a leer a toda pastilla y, por ejemplo, en "Eisenman 2049" conseguí que el resumen del guión original, de 25 hojas, ¡me encajase en 12 minutos!, tarea bastante compleja pues grabo la locución en superposición de sonido magnético: un error de dicción, o ir un poco más rápido o mas lento, de forma que no acabe la frase donde querría, implica repetir las grabaciones sonoras previas: sonidos directos, efectos sonoros, música. Mientras leo, tengo, además, que ir graduando los controles de grabación, viendo la imagen y, por el rabillo del ojo, el contador digital de fotogramas.
¿POR QUÉ COURIER 12?
Desde el nacimiento del cine, y hasta la aparición de los ordenadores, los guiones se escribieron con máquinas de escribir, cuya tipografía es la Courier 12, con unos márgenes y una serie de reglas que hacen que, aproximadamente, cada página de guión corresponda, como desvelamos en el párrafo anterior, con un minuto de imagen cinematográfica.
Dado que es una costumbre estandarizada desde hace décadas, con la llegada del ordenador, y los cómodos procesadores de texto, se siguió conservando esta norma.
En mis guiones, sin embargo, cuando es uno quien también lo lee, en la versión final ni conservo esta tipografía ni sigo los espacios normalizados, pues tengo que estar haciendo varias cosas un tiempo: leer mientras miro la imagen proyectada -con el fin de ir mas o menos en sincronismo con lo que se narra--, hablar muy cerca del micrófono (para no captar el ruido del proyector), estar atento al vúmetro, controlar el deslizador de sobreimpresión sonora, estar atento al contador digital de fotogramas..., en resumen, hacer uno persona sola el trabajo de un equipo de varios profesionales. Esto, sin embargo, es, personalmente, parte del disfrute.
Además, me agrada saber que hay gente que lo valora, como se prueba con las mas de cien mil personas que cada año ven mis opus superochísticos; agradan, también, los reconocimientos, como el de este fin de semana pasado, del premio ganado en San Roque con el Opus I de "No hay futuro".
En el Opus III de "No hay futuro", cuyo guión comencé a escribir ayer por la noche, como soy también el protagonista, me he filmado a mi mismo bien cámara en mano, bien ¡por primera vez en Súper-8! con un palito de auto-retrato.
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