Cuando estuve en la Antártida, hace unos meses, para rodar "Perfecta Locura Antártica", en una de las conferencias a la que asistí, fondeado en McMurdo, sobre el papel de la mujer en el continente de la desolación, la oradora, inglesa, nombraba a todo tipo de mediocridades anglosajonas y ocultaba que una española, la doctora catalana Josefina Castellví Piulachs, todavía entre nosotros, fue la primera mujer en dirigir una base científica antártica, la Juan Carlos I de la isla Livingston, en 1987.
Desde la orilla hasta la cúspide, con mi fiel ZC1000N, en la Isla Decepción |
Este escamoteo del papel de España en el mundo se percibe también en la cartografía. Siempre me pareció un despropósito que España, una vez la primera gran potencia naval del mundo, emplease topónimos anglosajones en su cartografía militar, incluso en lugares que fueron bautizados por sus descubridores en la lengua común con la que los pueblos que integramos, desde tiempo inmemorial, esta gran nación con forma de piel de toro, nos llevamos entendiendo, unos con otros, desde hace seis siglos: el castellano o español.
El libro autobiográfico de la doctora Castellví |
Un ejemplo de hidrónimo injustamente olvidado es el Mar de Hoces que, en nuestros mapas, sorprendentemente aparece como Paso de Drake: siendo coruñés, me niego a usar el nombre del corsario que destruyó mi ciudad, antes de escapar, como un cobarde, con el rabo entre las piernas, expulsado por una mujer, la grandísima María Pita, que animó en la lucha a los coruñeses al grito de "Quien tenga honra, ¡qué me siga!". Pero es que, además, fue un español, Francisco de Hoces, quien descubrió el mar que debe llevar su nombre en 1526, a bordo del San Lesmes, en una expedición de descubrimiento, que partió desde mi ciudad, La Coruña.
En su libro "La carabela de San Lesmes", editado por Planeta, mi amigo de la infancia el historiador Luis Gorrochategui escribe (sic): "El paso que conecta el Atlántico y el Pacífico entre América y la Antártida, que sería prontamente señalado en las cartas náuticas, fue llamado mar de Hoces (...) Una de esas cartas, tiempo después, ya finalizado el siglo, caería en manos de Francis Drake, que accedería entonces al Pacífico, usurpando en los libros de historia el mérito del descubrimiento del mar de Hoces. Efectivamente, el marino inglés, cincuenta y cuatro años después del hallazgo de la San Lesmes, y lo que es mas sorprendente aun, sin cruzarlo -pues pasó por el estrecho de Magallanes-, lo rebautizaría como paso de Drake". Lo único que aceptaré, en mi documental, será en referirme, en sentido figurado, como "batidora de Drake" al Mar de Hoces, por lo agitado de sus aguas, pero nunca Paso de Drake.
La investigación del profesor Luís Gorrochategui, en su libro editado por Planeta |
Abandoné la Antártida, con una última parada en la isla Decepción, el puerto mas resguardado de todo el continente, dado que es la caldera hundida de un volcán, todavía activo, abierta a la crueldad oceánica sólo por uno de sus lados, mediante un angosto estrecho, de unos 150 metros de ancho, apto sólo para capitanes avezados, pues cuenta con la trampa mortal de un pico sumergido casi a ras de superficie (la aguja Ravn, así bautizada en memoria del ballenero del mismo nombre, cuya quilla, se dice, fue una de sus víctimas). Este pasaje traicionero se denomina los Fuelles de Neptuno, por el viento huracanado que azota permanentemente en este desfiladero de lava (es el Pasaje Retador, para la Armada argentina).
En Decepción se encuentra una de las dos bases españolas en la Antártida, la Gabriel de Castilla, en honor al navegante que primero avistó el archipiélago del que forma parte la isla, nombrado Shetland del Sur en la cartografía española. ¿Por qué Shetland del Sur?
Sabedor de mis intenciones, con el documental, de devolver a España el honor que le corresponde, mi amigo Javier Suárez, que, aparte de informático, es militar en la reserva y gran patriota, me introdujo ante el coronel D. Antonio Montero, director del Museo Militar en La Coruña, profundo conocedor del sexto continente, en el que tuvo el honor de servir a España durante las dos primeras campañas antárticas.
Fotograma en Súper-8 del "fuego de San Telmo" |
EL MAPA SECRETO DEL CORONEL.
Fruto de sus investigaciones, el coronel tiene un mapa, pudiéramos entrecomillar como "secreto", o, mas propiamente, discreto, en el que, de su puño y letra, están las anotaciones con la toponimia e hidronimia en español que, siempre que existan, serán la que se citen en mi documental. En el caso concreto de este archipiélago, nunca lo denominaré como Shetland del Sur, sino Archipiélago de la Buena Nueva, como así hace la armada de la nación hermana de la Argentina, pues Buena Nueva fue el buque español que, bajo el mando de Gabriel de Castilla, avistó por primera vez estos confines en 1603.
Españoles fueron también los primeros humanos que hollaron estas coordenadas: los náufragos (gallegos, vascos, andaluces y de otras partes de España) del buque ferrolano "San Telmo" (en él, uno de mis antepasados). El raramente visto fuego de San Telmo tuve ocasión de filmarlo, en indeleble película fotoquímica, muy cerca del Polo Sur Magnético, sin duda gracias a la bendición que me hizo, antes de la partida, el Padre D. Manuel, responsable del Santuario de Nuestra Señora de Pastoriza, virgen a cuyos pies Requiario hizo de Galicia el primer reino del mundo reconocido por Roma y bajo cuya protección procuramos navegar, desde hace siglos, los coruñeses que nos debemos buscar la vida por esos mares de Dios. Pero esto es una historia para otro día. Como también aquella en la que narraré que estos confines, aunque deben permanecer vírgenes al servicio de la ciencia mundial, si algún día, en un mundo que se apartase de la civilización, su propiedad fuese reclamada, nadie con mejor derecho que España, a hacerlo, en la mayor parte del territorio, en virtud de las bulas papales de 1493 y del Tratado de Tordesillas firmado en 1494 por los Reyes Católicos y Juan II de Portugal.