Después de comer (uno se rige por el horario europeo --que es, también, el de los rodajes y el de los obreros--, de forma que suelo finalizar de almorzar a eso de las dos), procedo a la votación de la segunda ronda de la XXXII Edición de los Premios Goya.
DECISIÓN SOPESADA.
Se agradece el esfuerzo que hacen, autores y productores, para enviarnos, a los numerarios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, sus obras en DVD, para los que preferimos conservar algo físico y no simplemente verlo a través de la plataforma Veomac.
En esta segunda votación el voto tiene que ser, si cabe, mas sopesado: hay que meditar bastante, muchos factores, pues un Goya puede cambiar el futuro de personas y empresas, así como modificar trayectorias.
Tras la votación, salgo disparado para casa pues, primero, tengo que llevar a mi hijo Daniel a El Ferrol y, después, ya en Coruña, acompañar a mi hija Verónica a la estación del tren: ¡pobre, la larga noche que le espera!
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