Sin embargo, conforme avanzaba la proyección, mi prevención por el trabajo de Travis Knight iba menguando y, al final, no me quedó más remedio que quitarme el sombrero: estamos ante una nueva obra de arte de animación en stop motion . La película es una golosina visual, con un dominio extraordinario de la escenografía (¡por eso se necesita un director de fotografía en las obras de stop motion!).
Como la publicidad de Universal no advierte que
es una película de animación intervalométrica, el público general probablemente
creerá que estamos ante una más de toda esa diarrea de largometrajes grabados
como churros con unas cuantos ordenadores en un piso, y, por desconocimiento,
no admirarán la delicadeza en los detalles de los animadores, dando movimiento a las figuras
articuladas, que pueden ser tan pequeñas como una miniatura de origami, o más
grandes que los animadores que las mueven. Cada plano implica rendir tributo a
la maestría y paciencia sobrehumana de estos artistas del fotograma a fotograma
a la hora de desplazar, con movimientos infinitesimales, los muñecos a través
de terrenos azotados por una fuerte tormenta de nieve, un océano bravo o
volando por el aire, y a la vez construir y dar vida a todos estos ambientes
escenográficos.
En mi opinión, esta película es una firme
candidata a los Oscar de este año. La única “pega” que le pongo es que la
publicidad, amén del ya mencionado, e imperdonable, hecho de no indicar que se
encuentra filmada en stop motion
(seguramente porque los ejecutivillos de marketing de Universal consideren esta
técnica como una antigualla), enfoca la película para el público infantil, en lo
que es un grave error, pues los más pequeños pasarán bastante miedo.
El público no debe perderse los créditos del
final pues, además de estar también filmados de forma artesanal, como la
película, pueden verse ciertas tomas del ingente trabajo multidisciplinar que
implica una película en stop motion.
En resumen, mi recomendación más encarecida para
cinéfilos, entusiastas del cine y familias con niños mayores de siete años.
Tratándose de una película del hijo del dueño de Nike, creí que tendría que
decir aquello de “zapatero a tus zapatos” (y nunca quedaría mejor empleada la
expresión), pero no, Knight demuestra con sobresaliente su maestría (lo cual,
no es óbice para que me siga pareciendo fatal la forma en que su papá despidió
al fundador del estudio).
No había mucho público en la sala pero sí selecto: nada menos que la amiga, ganadora del Goya, María Arochena, con su aterrorizado hijo.
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