No hace tanto, sí que era menester acudir en la furgoneta cada vez que llevábamos o recogíamos una película, pues, las entregábamos ya montadas en unas colosales bobinas conteniendo entre dos mil y cuatro mil metros de metraje en 35 mm. Hoy en día, en este inframundo de digimerde en que ha decaído la industria, parece un poco excesivo emplear furgoneta para llevar algo tan pequeño como un disco. ¡Y los trailers vienen en pens!
Lo digital, además de ser una mierda, como acertadamente calificase Tarantino en Cannes hace un par de años, acabará con la industria del cine. Esta semana, hemos sabido del robo del archivo digital de la última producción de la Disney: es un secreto a voces, en el sector, que han pagado el rescate. Este robo, con 35 mm y 70 mm, hubiese sido poco menos que imposible.
Por otra parte, aun no disponiendo de un archivo de la productora, grabar de una pantalla una proyección digital es algo que cualquier cámara o móvil puede conseguir con máxima calidad.
Si la distribución y exhibición es con película de cine, los piratas lo tienen un poco mas difícil. Es más, si a los proyectores de cine se les cambia el obturador de dos palas por uno de tres, proyectando a 24 fotogramas por segundo, una grabación digital de una película cinematográfica proyectada en 35 mm con tres palas produce parpadeo, entrelazado y otros molestos defectos que, sin embargo, el espectador de la película no ve --sólo se detectan con la grabación videográfica-- (se pueden disimular con una postproducción pero ahí, el pirata, tendría que trabajar más, con lo cual se reducen mucho el ámbito).
La industria, en su avaricia, para ahorrarse las copias, se cavó su propia fosa, amén de que dejó sin trabajo a miles de personas en todo el mundo, desde fabricantes de película, a proyeccionistas, repasadoras de películas, fabricantes de bobinas o distribuidores regionales, por citar unos pocos.
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