En cambio, a uno, que mayoritariamente sigue sirviéndose de carretes inversibles de 35 mm (o sea, la clásica diapositiva), salvo fechas especiales, como Navidad u otros eventos, le resulta difícil acabar con un carrete cada mes (entre 36 y 39 tiros): eso sí, donde pongo el ojo, disparo, y cobro pieza. No hay nada que desechar. Con todo en manual: diafragma, velocidad y enfoque.
En el maletero del coche, me suelen acompañar mis dos cámaras Fujica AX5, en uso intensivo desde mediados de los ochenta, con una serie de objetivos, así como un pequeño trípode. Una de las Fujica va cargada con película negativa (para copias en papel químico) y la otra con película inversible, mi favorita, en especial las emulsiones Fujichrome Velvia 50 o 100 (para paisajes, principalmente) y Fujichrome Provia 100 o 400 (para otros usos), a la espera de que salga al mercado la totalmente nueva Kodak Ektachrome.
No hay experiencia comparable a ver una diapositiva original proyectada con un buen objetivo y un aparato de xenón: es una golosina para las retinas que ningún equipo digital puede comparar.
Las dos torres coruñesas |
Este último trimestre de 2017 no fui capaz de cumplir mi pretensión de exponer un carrete cada mes, y desde septiembre a noviembre, por razones familiares, solo pude gastar uno. ¡Pero que diapositivas, señores! Cada una de ellas, vale su peso en plata (noble metal que es uno de los ingredientes de las emulsiones fotoquímicas). Una mañana de principios de noviembre, camino del trabajo, me encontré con un amanecer místico, detuve el coche un momento y ¡vaya par de diapositivas que tomé!
Fujichrome Velvia 50 expuesta a 40 y con el objetivo abriendo a f 1.2 |
Revelado por Interphoto, en Madrid.
Versión digital del momento (tomada con mi móvil Kodak Ektra) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario