domingo, 7 de mayo de 2023

BALLENAS EN LA ANTÁRTIDA: ¡LAS SIGUEN CAZANDO! En la Isla Decepción filmando "Perfecta Locura Antártica".

Tradicionalmente, los balleneros abandonaban su barco en pequeños botes a fin de cazar su presa por medio de un arpón amarrado a una larga cuerda que se desenrollaba a medida que el animal intentaba huir, remolcando la barca hasta que, agotado, los pescadores pudieran rematarlo con otros arpones. Era, aquella,  una caza sostenible, entre el Hombre y la Bestia, en la que el ganador podría ser cualquiera de los dos.  

Mi caminata desde la playa hasta la cima del monte, filmando película Kodak con la ZC1000N

Como aprendí de mi compañero de camarote Gary Roberts, todo cambió cuando un ballenero noruego, Svend Foyn, fallecido multimillonario gracias a su invención, desarrolló un arma letal: en la proa del buque, un cañón lanzacabos arrojaba, con gran velocidad y fuerza, un arpón con explosivo; cuando penetraba en las carnes de la ballena,  se separaban las dos ramas del arpón y estallaba el explosivo, que acababa con el mamífero.  

Ruinas de unos de los asentamientos balleneros en la Isla Decepción
Este procedimiento bárbaro, sin arte ni oficio, provocó la práctica extinción de varias especies, con cientos de miles, sino millones, de ejemplares muertos, hasta la "prohibición" de la caza de ballenas en 1994, "prohibición" entre comillas pues, además de los pesqueros piratas, sobre todo de la China roja y Rusia, que siguen esquilmando a las ballenas, incluso en un sitio tan regulado como la Antártida,  los civilizados japoneses continúan matando ballenas para, dicen, su "estudio científico" pero cuya carne acaba al final en restaurantes de Tokio (Noruega e Islandia nunca dejaron de cazar ballenas, aunque no en el santuario de la Antártida, sino cerca de sus territorios). Galicia cesó con la caza de ballenas en los años ochenta, sino recuerdo mal. 

Para rodar, durante un mes y pico, "Perfecta Locura Antártica", navegué una larga singladura, partiendo desde Nueva Zelanda y tras atravesar el paso del sureste, pasar justo encima del Polo Sur Magnético, e ir costeando el sexto continente desde el Mar de Ross (con el hito histórico de pisar el Valle Seco de Taylor, en el propio continente antártico, a ¡¡¡77º 24.990 S!!!), atravesar el temible Mar de Amundsen y el pavoroso Mar de Bellingshausen hasta la apacible Península Antártica y, ya fuera del círculo polar antártico, atracar en la benigna Isla Decepción, donde se encuentra la base española Gabriel de Castilla (muy cerca, visible, la Isla Livingston, con otra base de nuestro glorioso ejército, la Juan Carlos I, que tenía interés en visitar si el proyecto se hubiese desarrollado con el apoyo, como era previsible, de AGADIC, para filmar los escollos donde se encontraron los restos del "San Telmo", buque que partió de El Ferrol y cuyos náufragos, gallegos en buen parte -uno de ellos, antepasado mío-, fueron los primeros en hollar tierra antártica, honor que los anglosajones se ocuparon de ocultar desde el primer momento, y que para los títeres del separatismo que dirigen el chiringuito (López Chaves dixit)  AGADIC, con la incomprensible connivencia del Partido Popular,  no les pareció oportuno apoyar: demasiado patriota, para esa escoria, que parece no comprender que lo que es bueno para España lo es también para Galicia). 

 

A pesar de ser una atracción turística, me interesaba visitar la Isla Decepción, no sólo por ser sede de una base española, sino por todo lo que significó en el exterminio de las ballenas y, aunque no se encuentra dentro del Círculo Polar Antártico,  la curiosidad geológica de su puerto natural. Ubicada, Isla Decepción, en el Mar de la Flota, es un volcán (todavía activo) hundido a cuya caldera inundada se accede a través de un angosto estrecho, los Fuelles de Neptuno (siempre están azotados por temibles vientos), con el peligro añadido de una roca a sólo dos metros de la superficie.

Hace un siglo, con la industria ballenera en pleno apogeo, aquí se estableció una especie de Auschwitz para el exterminio sistemático de los cetáceos, y las aguas de su templada bahía, ahora prístinas, estaban teñidas de sangre en medio de un hedor a putrefacción, con cientos de balleneros trabajando en condiciones infrahumanas todos los días del año, a excepción de Navidad. 

Desembarqué, con la zodiac, en una playa de arena negra y, cargando con todo el equipo cinematográfico, trepé, sin ayuda, hasta el monte Pond, de unos 500 metros sobre el nivel del mar. Al descender, casi me despeño, pero aquí estoy, a Dios gracias.

EXTRAORDIANARIO HALLAZGO. Una agradable sorpresa, en Isla Decepción,  fue descubrir un pingüino con un nombre con reminiscencias galaicas, "Grelo", apadrinado, este mismo año, por el profesor de la Universidad de La Coruña Juan de Dios Ruano, a quien conozco desde hace bastantes años, curioso hecho que debería ser divulgado en mi ciudad pues, en mi opinión, acciones de este tipo son buenas para concienciar a la población sobre la importancia de trabajar por mantener la Antártida como un santuario para la ciencia, el medio ambiente y el clima. 

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