martes, 7 de octubre de 2025

DESDE LOS BALCANES A GALICIA EN BUSCA DEL SÚPER-8

Pocas cosas reconfortan tanto como comprobar que el cine de verdad, el mecánico químico, sigue despertando curiosidad y admiración entre los más jóvenes. Esta vez, el Súper-8 ha vuelto a tender puentes ¡¡¡desde los Balcanes hasta Galicia!!!, con la visita de Pranvera y Orgesa, dos estudiantes de la Universidad de Pristina,  que llegaron acompañadas por el profesor Carlos Oro, de la coruñesa Escola de Imaxe e Son. Las dos estudiantes, del programa Erasmus +, cursan la especialidad de Dirección de Cine y Televisión en la Facultad de Artes de su universidad.

En el centro, la motion control Harryhausen

En lo que siempre me gusta denominar el esperanto contemporáneo, el inglés, pudieron descubrir de primera mano el universo del Súper-8 y del Single-8. Les mostré cómo, en el cuarto oscuro, extraigo la película virgen de los cartuchos de Súper-8 y la recargo en cartuchos de Single-8 —“no es fabricar película, pero se aproxima mucho”, comentó una de ellas con agudeza—; cómo realizo el revelado artesanal, el montaje físico con moviola, el corte y empalme a mano, como se ve el resultado final en 16 mm (para su distribución), y cómo finalmente digitalizo en 4K para mantener viva la imagen sin renunciar a su textura original en las versiones para televisión.

También pudieron ver material histórico de hace más de 125 años, todavía operativo, auténticos tesoros del patrimonio cinematográfico que sólo pueden contemplarse aquí, en mi productora en los confines de la ciudad,  dedicada a la preservación y práctica del cine de verdad.

La visita terminó hablando del SELLIER FILM FESTIVAL (pulse en las letras en azul), el único certamen en España que proyecta toda su programación en película, sin concesiones al digital, y que esta edición tiene en marcha otra vez su cursillo de iniciación al Súper-8, para aquellos coruñeses que que desean adentrarse en esta forma de creación que, lejos de extinguirse, sigue inspirando a nuevas generaciones en todo el mundo.

Porque el cine en película no pertenece al pasado: es un puente entre tiempos, miradas y culturas, y en cada fotograma late la emoción de lo hecho con las manos, con paciencia y con una voluntad de trascendencia que no puede ofrecer lo digital.

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