jueves, 19 de julio de 2018

AL CINE, SERVIR HASTA MORIR

Ayer, en Neda, población cercana a Ferrol bien conocida en Galicia por lo sabroso de su pan, tuvimos el placer de proyectar en 35 mm la película de animación "Pinocho 3000".
El proyeccionista no podría ser otro que Marcos Javier Fernández Eimil, en su profesión, manipulando película de cine, el mas veterano de la región en activo y sin interrupción: su currículo como proyeccionista se inició en el que fue el cine de mayor aforo de Galicia, el Riazor, pero continuó su carrera en otras salas clásicas, recordadas con cariño por los coruñeses, como el Avenida o el Equitativa.
 Con el malhadado advenimiento de la exhibición digital, el resto de proyeccionistas de Galicia han cambiado de cometido, por ejemplo, a vendedores de palomitas, o incluso de gremio (el proyeccionista Óscar, el sobrino del llorado Benjamín Jartín, es la persona que ahora hace el mantenimiento de los furgones de IB Cinema).  
Pero Marcos ahí sigue, como uno mismo, sirviendo al cine hasta morir (lo otro, lo digital, el digimerde, cine no es, ni son películas la mayor de los audiovisuales que proyectan, si exceptuamos las que ruedan cineístas como Nolan, Spielberg y alguno mas, secundados por actores como Craig o Cruise que, desde hace dos o tres años,  se niegan a interpretar ningún papel en la industria cinematográfica que no sea filmado con película). 
La proyección de ayer, en Neda, se hizo desafiando a la fina lluvia y un tiempo mas bien frío, del mismo modo que el pasado sábado, en Dumbría, en plena Costa de la Muerte, Marcos proyectó "Vaina" envuelta la zona en una espectral niebla que aterrorizaría de ser otra película. 
Una mención especial, a la Deputación da Coruña, especialmente a su vocal de cultura, Goretti Sanmartín, por permitir la proyección en película de cine, no como otras personalidades que sucumben a la infausta moda de lo digital en su afán de parecer "modelnos".
En otros países, como puede verse en la fotografía inmediatamente anterior, tomada hace unos días por una amiga de viaje en California, hasta los paneles de la autopista avisan cuando hay una proyección en película de 70 mm, en este caso el estreno de la versión no restaurada en 5 perforaciones que supervisó Nolan de "2001: una odisea en el espacio".  ¡Qué buena cultura cinematográfica! Aquí, se topa uno con "cineastas" a los que le hablas de lo que es un positivo en IB de imbibición, y les suena a arameo...
A esos directores, cada día mas numerosos,  que siguen filmando con película (fuera de España), prefiero ampararlos bajo el amoroso término cineísta, y no el de cineasta, por todo lo que lleva implícito de pasión y conocimiento por el cine, del que carecen muchos mal llamado "cineastas", que, en buena parte, no saben lo que es tener una película entre sus manos. A propósito del término cineísta, no ignoro que no está reconocido por la Real Academia de la Lengua pero como nada menos que un premio Nobel de Literatura,  Gabriel García Márquez, no tenía reparas en emplearlo, uno no va a ser menos que él. Siempre me gustó su artículo "El verdadero cineísta", que reproduzco: 

El verdadero cineísta

Es difícil definir al verdadero cineísta. Existe el especializado, el que devora dos horas de proyección en persecución de un detalle, de un ángulo fotográfico o de un acierto de dirección, y presencia la proyección con el mismo sentido con que un erudito descifra un pergamino antiguo. Es bastante discutible que ése sea el verdadero cineísta. Y sin embargo, también la matiné es la función más adecuada para el especialista. Los teatros donde se exhiben películas antiguas están llenos de ellos a las tres de la tarde.
El verdadero cineísta asiste al teatro casi siempre solo. Se sienta invariablemente en los sectores laterales. No mastica ni chicle ni come ninguna clase de golosinas. No lee periódicos, ni revistas, sino que permanece en las nebulosas contemplando la pantalla con cierto aire de concentrada estupidez, hasta cuando comienza la proyección. Entonces se desabrocha el cinturón, se desajusta los cordones de los zapatos y el nudo de la corbata, y trata de apoyar las rodillas o de trepar los pies en el asiento delantero. Cinco minutos después de comenzada la proyección, puede estallar una bomba en el teatro, que el verdadero cineísta no caerá en la cuenta. La película puede ser excelente o puede ser un mamarracho, eso no importa. Si a un verdadero cineísta se le dice en la calle que una película es insoportablemente mala, asistirá entusiasmado a la próxima exhibición, para convencerse de que es mala en realidad.

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