jueves, 2 de junio de 2022

ODISEA EN GROENLANDIA: MONTANDO Y ESCRIBIENDO PIANO A PIANO

Piano a piano, si va lontano, que dicen en nuestra madre patria que es Italia; así, poco a poco, voy avanzando en el montaje de "Odisea en Groenlandia", largometraje que quiero terminar al final de este verano. Tarea lenta, no sólo por mi sistema de trabajo, en el que hago de casi todo (director, productor, guionista, locutor, camarógrafo, auxiliar de producción...) -- compatibilizando, además,  con mis otros quehaceres diarios--, sino también a que lo hago exclusivamente con sistemas de cine tradicional, completamente en fílmico,  con la fácil y rápida tecnología digital prácticamente prohibida, circunscrita a unos meros retoques. No son, estas películas de la serie Stop Quecemento Global (Stop Calentamiento Global), meros documentales, como podrían ser de haber sido grabados en digital, sino obras de artesanía cinematográfica

¡Qué emoción, cortar y pegar, la misma película que estuvo físicamente conmigo, sobre un kayak, en el ártico groenlandés, con el agua del fiordo a sólo un grado! El cine real, en película, transmite una sensación orgánica mesmerizante, que comunica el filme con mis emociones y que, si se proyecta con película, se logra trasmitir al espectador.  Nada de esto se puede explicar a la gente del inframundo digital: que lejos de su comprensión y por entender ni siquiera comprenden que uno filme con cámaras que tienen medio siglo a sus espaldas y cargas de dos minutos y medio de película cuyo resultado no se puede ver hasta después del revelado. ¡Qué mayor comportamiento ecológico, en una serie de películas sobre el calentamiento global, que hacerle frente a las infames políticas de la obsolescencia programada!

Incluso con tecnología fotoquímica, "Odisea en Groenlandia" podría estar ya terminado, de contar uno con uno con parte de los apoyos que no se les niegan golosamente a otros, a pesar de que trabajan, a toque de botón,  en ese submundo digital en lo que todo es instantáneo y sin esfuerzo. Pese al éxito, de público y crítica, de "Spisbergen, o Gardián do Ártico", aquí sigo, sólo en la lucha: pero no me van a callar.

Paralelamente, voy esbozando el guión al tiempo que monto. Así, en la secuencia en la que la nave atraviesa el estrecho de Dinamarca, entre Islandia y Groenlandia, con tempestad:

"En medio de los vaivenes, salí del camarote al puente de mando... pero terminé, empapándome, en la cubierta: mi cuerpo quería embeber su piel con la salitre, sentir como la furia azotaba el casco, como el océano golpeaba el rostro, e inhalar ese aire ionizado, con el mismo olor que el de las galernas de mi Coruña, con su furia acerada".

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