¿Quién me iba a decir que recuperaría imágenes de un carrete de diapositivas sumergido y mojado en las aguas sulfurosas de la Laguna Azul de Islandia?, como ya saben los lectores de esta bitácora.
La fotografía fija de "Odisea en Groenlandia", el segundo largometraje de la serie Stop: Calentamiento Global, la disparé íntegramente con diapositivas. Ya en Islandia, haciendo tiempo para mi vuelo vespertino de regreso a Barcelona, la última mañana me acerqué a la famosa Laguna Azul, cerca del aeropuerto internacional de Keflavik.
Me sumergí en sus aguas con la cámara de cine Eumig Naútica sin problemas pero, como no llevaba conmigo cámara fotográfica sumergible, mi fiel Fuji HDM, comprada en 1984, cometí la imprudencia de ir con la Nikon 35ti a la que sólo le quedaban 3 diapositivas del último de los carretes. Disparando desde el borde, con un trípode de bolsillo, la diapositiva final, accidentalmente ¡la cámara cayó en las aguas sulfurosas y dejó de funcionar! Podía haberse deslizado hacia los lados o hacia atrás, ¡pero no!, en virtud de la Ley de Murphy, fue directa al agua.
Me apené mucho por la Nikon 35ti, de titanio, que había sido un regalo de mi familia, el pasado agosto, con ocasion de mi LX cumpleaños, pero también por las 37 diapositivas del carrete.
En este modelo, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de cámaras Fujifilm, la película va avanzando a un receptáculo en la propia cámara y se rebobina a final. En las Fujifilm DL, la película es extraída al cargar la cámara, y cada foto disparada se va guardando en el carrete, de forma que, si algún percance acontece, lo ya fotografiado se encuentra a salvo.
Daba yo por perdido el carrete cuando le envié la cámara a Mateu Bauzá, de Microdelta Balears, para que estudiase la posibilidad de su reparación y salvase, si fuera posible, el carrete.
En un cuarto obscuro, en una operación casi de cirugía mayor, Mateu, con sus manos de geisha, trabajando a ciegas, guiado, pudiera decirse, por el mismísimo Espíritu Santo, consiguió ir desmontando la Nikon 35ti, logrando extraer de sus entrañas el carrete humedecido pero sin velarlo por si acaso podía salir algo de la imagen latente.
La mala noticia, como ya saben los lectores, es que Mateu me dijo que en el medio siglo que lleva reparando cámaras, jamás vió una corrosión tan acusada como la ocasionada por las aguas sulfurosas de la Laguna Azul.
Pero, ¿se obtendría alguna imagen del carrete?
A Nolan le ocurrío un percance similar (salvando las distancias entre su magna figura y la del pigmeo fotoquímico que soy), cuando rodaba en la obra maestra "Dunkerque" la secuencia del Spitfire semisumergido: ¡le entró agua en la cámara! Pudo salvar la toma, pero, en su caso, era agua dulce. Si aquí fuese, al menos, agua salada. Pero, no, ¡era sulfurosa!
Enviado el carrete a Interphoto, de Madrid, sometido a un tratamiento especial, Javier Guio obró el resto del milagro con su fabulosa procesadora de inmersión, única en España. La semana pasada, me adelantó la buena nueva de que había conseguido revelar todas las diapositivas Fujichrome Fortia, aunque algunas tenían manchas (ver imágenes escaneadas). Dos muestras digitalizadas son las que ilustran esta entrada.
¡Gracias, querido Mateu! Mateu estaba tan apenado por el estado en que quedó la Nikon 35ti que no quiso cobrarme nada.
Lección: en sitios con riesgo hay que evitar usar los mini-trípodes de bolsillo: ¡son mas falsos que Judas!, incluso con cámaras pequeñas.
Tras el revelado por inmersión, de Javier Guío:
Qué maravilla encontrarse con técnicos tan buenos.
ResponderEliminarEn el caso de Mateu, es que, además, le pone cariño a cada reparación o modificación: nada da mejores resultados que trabajar con amor por lo que se hace.
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