Cuando, tras ser presentado el año precedente, el Súper-8 llegó al público en 1965, con el respaldo de Kodak (la compañía que lo desarrolló), su objetivo principal fue el mercado hogareño, hasta ese entonces prácticamente monopolizado con un 8 mm que había sido introducido en 1932 pero cuyo consumo de película y cámaras se había estancado a principio de los sesenta.
El Súper-8 fue concebido desde un principio para facilitar las cosas al usuario doméstico, con un sistema de carga automático (en el 8 mm, posteriormente conocido como Doble-8, Normal-8 o Estándar-8, las emulsiones cinematográficas se vendían, por regla general, en bobinas sueltas con película de 16 mm que había que enhebrar en la cámara, filmar primero una mitad, para, después, tras darle la vuelta, continuar con el otro lado, cortando el laboratorio en dos tiras todo el metraje antes de su devolución).
El Súper-8 llegó, también, con otras mejoras de índole técnica, como un tamaño de
fotograma mayor y, en la inmensa mayoría de las cámaras, ajuste automático de la sensibilidad de la
película, motor de avance eléctrico, objetivo de focal variable (zoom),
exposímetro incorporado y una velocidad de filmación que se incrementó de 16
fotogramas por segundo a 18 (exactamente un pie de película cada cuatro
segundos). Kodak previó desde un principio la incorporación del sonido,
reduciendo el “decalage” (o
separación entre la ventanilla de registro de imagen, con su movimiento intermitente,
y el cabezal de sonido magnético, con su desplazamiento continuo) de los 56
fotogramas del 8 mm a los 18 fotogramas del Súper-8 (22 en el caso de sonido
óptico).
El Súper-8, desde su aparición y durante años, consiguió que las
ventas de película no dejaran de crecer hasta alcanzar su cúspide en 1977. Cuando, a principios de los ochenta, el vídeo fue ganando
adeptos, por sus costes ínfimos y su mayor facilidad de uso, la producción de
cámaras y proyectores fue rápidamente disminuyendo hasta prácticamente cesar
entre 1983 y 1985. A partir de ahí, el Súper-8 inició su larga travesía del
desierto, sobreviviendo gracias a un puñado de entusiastas y profesionales
disconformes con la calidad y textura de la imagen electrónica, en un mercado
abastecido, además de por Kodak y Fujifilm, por unas pocas firmas con
productos de altísima calidad.
El Súper-8, gradualmente, se fue introduciendo en el terreno artístico y
profesional, con la particularidad de que nunca llego a ser dejado de usar por las principales escuelas
de cine norteamericanas. Uno de los hitos dentro del uso profesional del
Súper-8 fue su utilización, con cámaras Beaulieu, para la superproducción de
Hollywood “Black Rain”, en la que su director, Ridley Scott, llegó al extremo de “hinchar” o ampliar, por medios ópticos ¡de
Súper-8 a 70 mm! (actualmente existen técnicas más eficaces para pasar imágenes
de Súper-8 a pasos mayores sin pérdida de calidad, expuestas en páginas que
seguirán, y que han sido usadas, entre otras luminarias de Hollywood, por J.J.
Abrams o Ben Affleck).
La verdadera revolución para el Súper-8 llegó, paradójicamente,
gracias a Internet. En su época dorada, el Súper-8 era, principalmente, un
medio concebido para consumo hogareño con una audiencia de unas pocas
personas. Incluso aquellos cineístas
independientes, o escuelas, que se mantuvieron fieles al formato entre los años
ochenta y principios del siglo XXI, veían, salvo excepciones, reducida la
exhibición de sus obras a unos cientos de espectadores, principalmente en
festivales especializados.
El desarrollo de medios de digitalización de las imágenes en
Súper-8 de alta calidad (que actualmente superan el 5K), y, sobre todo, la popularización de canales de exhibición
como YouTube o Vimeo tanto en dispositivos móviles como en receptores de televisión, permitió la
distribución global de producciones rodadas profesionalmente en Súper-8. Un
buen ejemplo lo representa el vídeo musical “All I Want for Christimas is You”,
de la cantante de ascendencia venezolana Maríah Carey, que al poco de
publicarse en YouTube, superó los ¡cien millones de espectadores!
Consciente de esta demanda profesional, Kodak, que había dejado
languidecer este paso cinematográfico durante lustros, en pleno siglo XXI lo
incorporó a su división de cine profesional, poniendo a la venta, en cartuchos
de Súper-8, las mismas emulsiones negativas de la serie Vision que hasta
entonces había comercializado exclusivamente en 16 mm, 35 mm o 65 mm.
A principios de 2017 Kodak distribuirá, a escala mundial, una
nueva cámara de Súper-8, dotada de
óptica intercambiable y con videoasistencia, renovando su confianza en un paso
cinematográfico que todavía tiene mucho que decir en el terreno artístico.
Este texto forma parte del libro de Ignacio Benedeti “Super-8 en
la era digital”, que se publica de forma resumida en esta bitácora. Prohibida su reproducción. Derechos
reservados por IB Cinema.
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