jueves, 2 de enero de 2020

KODAK M100: FELICIDAD NAVIDEÑA EN EL ORFELINATO

Como cada Navidad, el joven Alex hace, de forma altruista, una proyección de cine en Súper-8 de dibujos animados clásicos de Derann Films en el orfelinato de su ciudad. 
Este año, un viejo sacerdote, de mirada bondadosa, le contó que en el desván yacía, entre los trastos,  un proyector de cine, creía recordar que ¡desde hace medio siglo! mas o menos, y que si podría hacer el favor de llevárselo pues necesitaban liberar el espacio de todos los cachivaches acumulados con el tiempo para la rehabilitación de la estancia.  
Subiendo por una escalera angosta, con mortecinas bombillas que había que encender ¡¡¡(literalmente) con llaves!!! de la luz giratorias,  entre telarañas, bajo un plástico, allí estaba, protegido por décadas de polvo lo que le pareció  un Kodak Pageant de 16 mm.
La sorpresa fue cuando llegó a su casa y lo abrió: ¡era nada menos que un Kodak Instamatic M100!, el primer proyector para uso profesional de Súper-8 (presentado en 1965) y que nunca fue vendido en Europa: enhebrado manual, bobinas para 360 metros, lámpara de 150 W, sonido magnético, vúmetro analógico extra grande y el legendario objetivo 1.0 de 28 mm.  
Al desmontar su interior para limpiarlo y engrasarlo la sorpresa fue mayúscula: ¡no llevaba poleas de goma! La tracción era íntegramente con cadenas. Y el sonido, ¡¡¡de válvulas!!!  Nada de plástico en el chasis, ¡sino madera! ¿Funcionaría?   
Tras dejar el mecanismo impecable (encontró el cadáver, momificado, de una araña de tamaño respetable), se fijó que había sido adaptado de 60 HZ a 50 HZ. Eso sí, la corriente era de 110 V. Con el transformador y la clavija adecuado, Alex lo enchufó a la red y el aparato funcionó a la primera, con un sonido valvular espectacular y, sorprendentemente, para una máquina con motor de corriente alterna y tracción con cadena, de forma ultrasilenciosa.
Esta mañana lo trajo a IB Cinema, y ¡vaya maravilla, amigos! Con posterioridad al M100, la mayor parte de proyectores se sofisticarían, innecesariamente,  con electrónica compleja e, incluso, superfluos microprocesadores irreparables que, con los años, se convertirían en un terrible talón de Aquiles. 
No se necesita nada de esta electrónica para proyecciones cinematográficas con gran calidad si lo que se pretende es la duración eterna del aparato: únicamente una buena mecánica, una buena óptica y amplificador a válvulas.  Pero, ¿la longevidad interesa?
Felicidades a Kodak por fabricar tan extraordinaria máquina. 
El siguiente reto es averiguar como esta máquina, que no se comercializó en España, acabó en un orfelinato de Galicia. 


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