El grueso del archivo cinematográfico de la Cinemateca de Galicia/IB Cinema se encuentra en 35 mm. Sin embargo, mi paso favorito es el 16 mm, siempre y cuando respete el formato, como es el caso que nos ocupa con la proyección, ayer por la noche, de "Christine", de mi admirado John Carpenter: el positivo empleado es anamórfico para proyectar, mediante el uso del objetivo de CinemaScope, en un espectacular 2.66:1 que, como abarca todo el campo de la versión periférica de espectador, consigue una inmersión total en la escena, algo a lo que ayuda, sin duda, los pocos momentos en que el altavoz de graves subsónicos entra en acción.
En este caso, además, la proyección ofrece una emoción especial: ¡¡¡es el único positivo en el universo mundo, en toda su redondez, de "Christine" en 16 mm Scope LPP poliéster con sonido magnético en castellano!!!, un sibaritismo, sin embargo, que pocas personas en España saben valorar debidamente.
SONIDO MAGNÉTICO EN CASTELLANO
Buena parte del archivo Cinemateca de Galicia / IB Cinema en 16 mm se encuentra con sonido óptico original en inglés. Sin embargo, poco a poco iré "repicando", en argot cinematográfico, o lo que es lo mismo, sincronizando, el sonido en español castellano o, si no existiese, como es el caso de "Tarántula", de Jack Arnold, en español neutro.
Ello es ahora posible gracias a que el laboratorio italiano de mi amigo Alberto Vangelisti ha reanudado este año el pistado magnético líquido en casi todos los pasos cinematográficos: Súper-8, 16 mm, 35 mm y 70 mm, con la misma fórmula de pasta magnética, de tipo grisáceo, empleada por Derann Films en los que fueran sus últimos tirajes, pero muy mejorada en cuanto a su aplicación: la superficie de las pistas de Vangelisti es muy plana. Ello desgasta muy poco los cabezales magnéticos del proyector y permite la reproducción de frecuencias imposibles de conseguir con sonido óptico, sin decodificadores especiales, de forma que el espectador no pierde el espectro extremadamente grave o agudo. Las pistas magnéticas aplicadas por Vangelisti, al ser de tipo líquido -slurry, pasta magnética-- (lo que había sido la norma en la industria), se pueden "pintar" sin problemas sobre soportes de poliéster, como es el caso de "Christine", formando "un todo" que contrae o dilata en el mismo porcentaje, de forma que el pistado no se despegará jamás (al contrario que las pistas adheridas, las cuales por otra parte, son imposibles de pegar en poliéster).
En todos los pasos cinematográficos, y el 16 mm no es una excepción, Alberto Vangelisti aplica las pistas reglamentarias: dos, en el caso de 16 mm.
"CHRISTINE": UN CLÁSICO DE LOS OCHENTA.
Aunque en el momento de su estreno, 1983, esta obra fue acogida de forma fría por los criticuchos casposos, cuya diarrea negro sobre blanco consiguió, en una primera instancia, que la película no fuera un gran éxito, con el tiempo se ha convertido en un clásico del cine de terror de los años ochenta, y título fundamental del género.
Basada en la novela de Stephen King, John Carpenter consigue ofrecer al espectador el equilibrio perfecto de terror, comedia y película estudiantil de ámbito universitario.
El director se toma su tiempo para establecer los personajes, sus relaciones y el mundo que habitan.
Por otra parte, la cinematografía en formato anamórfico, obra de Donald M. Morgan, es maravillosa y, en ciertas tomas, extraordinaria, máxime cuando se puede disfrutar proyectada con película de cine en formato 2.66:1, como fue exhibida en su momento en muchas universidades norteamericanas (frente al 2.35 del cine comercial).
El comienzo de "Christine" ya augura lo mejor: un operario aparece muerto en el interior de un Plymouth Fury en su línea de montaje en la fábrica de Detroit. 21 años mas tarde, un apocado universitario, con sólo un amigo, compra el coche de segunda mano y lo reconstruye: Christine, que así se llama el vehículo, no sólo consigue cambiar la personalidad de su joven dueño sino que asesina a quien lo desafía o se interpone entre ambos, en lo que es, tal vez, una reflexión sobre la pérdida del sentido de la realidad que sufren muchos coleccionistas de cualquier cosa.
Una de mis escenas favoritas es cuando Christine se auto-regenera en el garaje, efectos especiales hechos en una era predigital: Carpenter consigue la magia con tomas rodadas fotograma a fotograma marcha atrás, en las que emplea dispositivos hidráulicos.
Memorable es la secuencia en la que, tras la colosal explosión en la gasolinera, Christine, en llamas, persigue a uno de los acosadores de su propietario (puede verse en la pantallita que precede este párrafo).
Espectacular también el final, cuando Christine es finalmente destruido por un "bulldozer".
Para el rodaje, John Carpenter consiguió nada menos que 20 coches idénticos, todo un esfuerzo de producción, pues en su momento, de este modelo, sólo se habían construido 5.300. De estos 20, sobreviven dos en manos de coleccionistas...¡aunque sin los diabólicos poderes de Christine!, afortunadamente.
Mención aparte, en este clásico cinematográfico, es la excelente banda sonora, con una magnífica selección de melodías de rock and roll de los años cincuenta.
DISFRUTANDO "CHRISTINE" GRACIAS A LEONARDO DA VINCI.
En la Cinemateca de Galicia/IB Cinema disponemos de varios proyectores de 16 mm, con potencias entre 500 y 2000 watios de xenón. Mi favorito es, sin embargo, el 9135 de 500 W, versión avanzada del tienen en la mal denominada "filmoteca de Galicia", CGAI, pues el de la Cinemateca de Galicia/IB Cinema sí que cuenta con todo lo necesario para una proyección seria, prestaciones que en la institución oficial, por desconocimiento técnico, obviaron en el momento de la compra:
presor de fuerza variable, ventanilla de formato graduable, portaobjetivos de apertura total, parábola reflectora de níquel rodiado, doble formador de bucle, rodillo dentado superior con doble presor, 2 o 3 uñas, o, entre otras golosinas técnicas, la capacidad para proyectar en Súper-16.
Precisamente, el que la cabeza mecánica tenga su portaobjetivos de apertura total permite ver el corazón del Fumeo en funcionamiento: un engranaje helicoidal de ángulo recto, inventado hace casi medio milenio por Leonardo da Vinci, que transmite el movimiento continuo del motor al intermitente de la cabeza mecánica.
Todo, en esta proyección, es una maravilla de la tecnología mecánico-química, propia del cine, una especie de magia, casi alquímica, que lo digital sólo consigue emular (aunque dejándose el encanto por el camino).
Nota: ¡¡¡Sí, amigos!!! El retrato del fondo es (dedicado a mi persona), del director coruñés Amando de Ossorio, a quien John Carpenter admiraba profundamente.
Fenomenal eso de incorporar banda magnética a los films...!
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