DE LA CRIPTA DE LA SABIDURÍA A CENAR BAJO EL AMPARO DE
LENIN.
Cuando amanecí en Oslo, el miércoles 2 de mayo, sabía que la jornada concluiría en Spitzbergen, cerca del Polo Norte, pero ¿quién me iba a decir
que, tras ver la Bóveda Mundial de Semillas, donde se guardan para los
posteridad semillas de todos los países,
y la Cripta de la Sabiduría, que es el archivo mundial del conocimiento
humano, acabaría cenando bajo la protección de un busto de Lenin?
ATERRIZAJE A -10 GRADOS CELSIUS
El vuelo de Norwegian tomó tierra, en el aeropuerto de
Longyearbyen, la “capital” del archipiélago
de Svalbard, con casi tres horas de retraso, tras un par de intentos fallidos.
Aunque estos nórdicos no aplauden, sí que noté cierto
alivio, entre los demás pasajeros, cuando el avión detuvo su rodadura.
El de
Longyearbyen no sólo es el aeropuerto comercial mas al norte del mundo, en toda
su redondez (latitud: 78 grados), sino que es, también, considerado uno de los
más peligrosos de Europa; todavía en nuestra memoria el accidente de aquel
Tupolev, con mas de 140 fallecidos. el 29 de agosto de 1996, justo un año después
de mi primera estancia en estos confines árticos.
Aquella desgracia, para Spitzbergen, representó el final del
asentamiento soviético de Pyramiden, en ese entonces con casi 1000 habitantes, pues casi todos
los mineros perdieron a alguien de sus familias. Entre la catástrofe y los
convulsos tiempos que siguieron al desmembramiento de la otrora poderosa Unión
Soviética, Pyramiden, abandonada por sus moradores, se convirtió en una especie de ciudad
fantasma con solo 4 o 5 habitantes. Pero esto es una historia para otro
momento.
El principal problema del pequeño aeropuerto de Longyearbyen
es que se trata del único de un archipiélago en medio de la nada del Ártico, de forma que los pilotos deben de tomar tierra sí o sí.
Menos mal que ya estamos en primavera, dado que aterrizar en Longyearbyen en invierno es mejor hacerlo
encomendado no a la Virgen, sino al mismísimo Jesucristo, pues a la noche
perpetua en estas latitudes septentrionales, se une un viento inmisericorde, nevadas
imprevisibles y temperaturas tan bajas que los -10 grados Celsius de hoy a los
avezados pilotos de Norwegian les parecen, pudiéramos decir, “caribeñas”.
En invierno, no es infrecuente que haya jornadas que sea imposible que los vuelos tomen tierra, de forma que tienen que desviarse a Tromsö, en Noruega, la mayor ciudad por encima del Círculo Polar Ártico, para volver a intentarlo al día siguiente. Cuando se suceden varios días de tempestades, en Longyearbyen se produce escasez y racionamiento de algunos productos. Por otra parte, el aeropuerto posee una pista lo suficientemente larga para que en ella puedan aterrizar aviones del tamaño de un Airbus 380.
En invierno, no es infrecuente que haya jornadas que sea imposible que los vuelos tomen tierra, de forma que tienen que desviarse a Tromsö, en Noruega, la mayor ciudad por encima del Círculo Polar Ártico, para volver a intentarlo al día siguiente. Cuando se suceden varios días de tempestades, en Longyearbyen se produce escasez y racionamiento de algunos productos. Por otra parte, el aeropuerto posee una pista lo suficientemente larga para que en ella puedan aterrizar aviones del tamaño de un Airbus 380.
UN AEROPUERTO CON POCOS SERVICIOS
Sorprende, en un lugar con una climatología tan adversa, que las instalaciones
aeroportuarias no sólo no dispongan de una pasarela cubierta (finger) para
acceder a la terminal, sino que ni siquiera exista el autobús: la distancia entre la escalerilla y la terminal hay que cubrirla andando sobre el suelo congelado. Nada más abrir las puertas
del avión, la temperatura ¡bajó de golpe unos 30 grados centígrados!
Me tranquilicé cuando ví aparecer en la cinta transportadora
todo mi equipaje. ¡Menos mal que mi maleta grande la perdieron en el viaje de regreso! pues sin mi ropa polar no podría llegar muy lejos: seguro que podría comprar aquí alguna vestimenta, aunque el problema se
derivaría con las tallas, amén de que los precios, si ya en Noruega son caros,
en Spitzbergen mucho más: en esta “capital” no hay mas que cuatro tiendas, como
quien dice, y los suministros tienen que
venir del continente.
Claro que podría ser peor si se extraviase mi equipaje de mano con todo el material sensible virgen pues, sin la película cinematográfica en Súper-8 Kodak, o las cámaras, mi estancia en Svalbard no tendría sentido: obtener película aquí es misión imposible.
Me pregunto cómo hará Amazon para cumplir, en Longyearbyen, con los plazos de entrega. (Nota: parece ser que mi maleta se encuentra localizada ¡en Rusia!; me seguirán informando).
Claro que podría ser peor si se extraviase mi equipaje de mano con todo el material sensible virgen pues, sin la película cinematográfica en Súper-8 Kodak, o las cámaras, mi estancia en Svalbard no tendría sentido: obtener película aquí es misión imposible.
Me pregunto cómo hará Amazon para cumplir, en Longyearbyen, con los plazos de entrega. (Nota: parece ser que mi maleta se encuentra localizada ¡en Rusia!; me seguirán informando).
Fuera del aeropuerto,
ni taxis a la puerta ni siquiera marquesina, aunque fuese diminuta, para esperar su llegada a
cubierto. Tras arrastrar penosamente el equipaje (de nada sirven en la nieve los
ruedines de las maletas ¡y la grande pesaba 28 kilos!), no me quedó otra que
aguardar a la intemperie, durante media hora,
la llegada del taxi concertado para mí por el pastor luterano a cargo de todo el archipiélago. En una
“capital” que no sobrepasa los dos mil habitantes, y con sólo una carretera
asfaltada (la que une el aeropuerto con la propia urbe portuaria), apenas hay coches y
nada más que un puñado de “taxis”, en realidad, vehículos multiusos.
UN PSIQUIATRA ESPERÁNDOME
Si el avión hubiese llegado a su hora, a las 11.55 horas, en
lugar de mas cerca de las cuatro que de las tres, me estaría esperando Leif Magne Helgesen, el pastor luterano mas
al norte del mundo (si bien, en su iglesia, los Católicos, y otros cristianos,
son bienvenidos), que me iba a mostrar la iglesia y sus archivos, para
descifrar un secreto sobre su diseñador que puede atañer a España y del cual me
ocuparé en la siguiente entrega.
El retraso en la llegada de mi vuelo impidió el encuentro
dado que el pastor Helgesen, a las tres, debía partir a una misión en la
comunidad científica de Ny Alesund, de forma que envió a recogerme a su amigo Finn
Tangen, peculiar taxista pues es ¡un psiquiatra! que abandonó su profesión 7 años atrás, decidiendo cambiar los aires de
Tromsö, en el norte de Noruega, por la libertad de Svalbard “antes de estar a
punto de cruzar el umbral al otro lado” (sic), me confesó entre risas, tras
disculparse por haberse visto en la obligación de acercar a Longyearbyen a
otros pasajeros que salieron de la terminal antes.
Aunque el pastor Helgesen, a quien conocí en una estancia anterior, iba a estar ausente (no llegaría de Ny
Alesund, en trineo de perros, hasta el sábado, cuando yo estaría ya a bordo del rompehielos), el psiquiatra-taxista, tenía la encomienda, me dijo, de dejar abierta la iglesia en la mañana del jueves 3, a mi
entera disposición.
UN HOTEL MUY ECOLÓGICO.
Mi noche de estancia en Longyearbyen fue concertada, por la
multinacional con sede en Rochester, en The Vault, establecimiento hotelero abierto
este mismo año, y propiedad de la institución que se encuentra detrás de la
Bóveda Mundial de Semillas de Svalbard (en inglés, Svalbard Global Seed Vault),
que visitaré mas tarde. En el hotelito me encontré con otros miembros de la
expedición Kodak, como los británicos Brian Mattews y Nicola Mupper y el sueco
Bjarne Vidar.
Desde la entrada de The Vault, por la parte posterior, en la
ladera de la montaña, se podía divisar la Iglesia. El otro acceso, miraba a la
carretera principal de la “capital”.
De frente, la vista era hacia el fiordo, cuyas aguas son atemperadas por el último ramalazo de la "corriente del Golfo" que, tras tocar Galicia, sube hacia el Ártico para venir a morir en la costa occidental de Spitzbergen. Si la "corriente del Golfo" cambia su recorrido, como algunos científicos auguran, la vida humana en la zona sería imposible pues la temperatura rondaría, probablemente, los -40 Celsius.
The Vault, como casi todos los edificios
en Longyearbyen, se encuentra alzado sobre pilares y separado del suelo permanentemente congelado de
la isla (permafrost): el acceso, con escaleras de rejilla metálica, es
ciertamente difícil para maletas con rueda, especialmente cuando una de ellas,
como rezaba en la etiqueta que le adhirieron los empleados de Norwegian, pesa
“mas que una elefanta preñada”. Menos mal que me echó una mano Brian Mattews,
pues el taxista-psiquiatra se escabulló rápidamente, dejándome con todo los petates sobre la nieve.
Lo primero que llama la atención del recién llegado, nada
mas pisar la recepción, es que resulta preciso descalzarse: ¡son mas estrictos
que en Japón! Descalzo pero vestido, en el vestíbulo de un hotel, la verdad es
que uno se siente ridículo: el único consuelo es que, por fortuna, ¡ninguno de
mis calcetines estaba roto!
Quien venga armado, también debe dejar su arsenal en la
armería contigua. Tengo que aclarar que, en Spitzbergen, por ley, las personas
que salgan fuera del perímetro de seguridad de la “capital” deben ir armadas (y
es que para los osos polares los humanos no somos más que comida).
En el exterior, estaba empezando a despejar, lo que daría
paso a una tarde espléndida en que la temperatura subió hasta los -5ºC en el
momento mas caluroso de un día que es de luz perpetua pues debo recordar que,
en estas latitudes, el sol nunca se pone entre el 19 de abril y el 23 de agosto.
Sorprendentemente, para la época del año, The Vault estaba casi completo, pero no de
viajeros, sino de científicos pues el hotelito sirve de fonda para los estudiosos
que vienen de distintas partes del mundo con destino la Bóveda Mundial de
Semillas: en la pequeña sala de reuniones, todos los libros eran de fauna y
flora. ¡No hay un hotel más ecológico que este!
Mi habitación estaba en la penúltima planta, un tercero. Como en
The Vault no hay “botones” que suban el equipaje, menos mal que su
edificio cuenta con uno de los pocos ascensores instalados en la “capital”.
¡EN MOTONIEVE!: A LA BÓVEDA DEL FIN DEL MUNDO
Tras instalarme, comí a toda prisa un perrito caliente en
una “tienda para todo” cercana (lo bueno, en esta “capital” tan poco poblada, es que cualquier sitio queda muy cerca), y me vestí con el
equipo polar para ir en moto de nieve, con tres miembros de la expedición (y la guía), a
visitar la Bóveda Mundial de Semillas de Svalbard, primero, y el Archivo Mundial del Ártico,
tan vinculado a Kodak, después.
Antes de salir de The Vault consulté la previsión del tiempo
en “Icepeople”, el periódico local: anunciaban tiempo nublado por la tarde, por
lo que cargué la Bauer A512 con Kodak Vision 200T. Sin embargo, ¡podría haber
filmado con la Kodak Vision 50 pues, en
el trayecto de ida, el sol lució durante todo el trayecto! Entre el sol y la
nieve, tuve que cerrar el diafragma a f 32 pues el filtro ND lo había dejado en
el hotel.
Para conducir una motonieve el requisito es, simplemente, un carnet de conducir en vigor en Europa:
nadie nos pidió ni siquiera eso. En Longyearbyen más que coches, hay motonieves
aparcadas delante de las casas. Hace años, se usaban trineos con perros
(todavía empleados hoy para rutas largas, a aquellas partes de la isla
congeladas incluso en julio y agosto), pero, en la “capital”, los perros exigen
alimento y cuidados todo el año.
Una motonieve es muy práctica, pues avanza tanto sobre nieve
como sobre hielo, pero exige mucha precaución y prudencia. Sobre la contaminación
que provocan, dado que no pocas operan con motor de dos tiempos, ya escribiré
en otro momento.
Tras unas dos horas en ruta, (pese al sol, el viento del
avance en la motonieve generaba una sensación térmica de -15º Celsius), el
tiempo cambió radicalmente a punto de llegar al Banco Mundial de Semillas de
Svalbard. Si en Galicia nos creemos que la metereología es imprevisible y
voluble, ¡hay que vivir en Spitzbergen para experimentar que las cuatro estaciones del
año pueden vivirse en menos de una hora!
El Banco Mundial del Semillas, popularmente conocido como la
Bóveda del Fin del Mundo, fue construido hace diez años, inspirado en una mina, con objeto de conservar semillas de plantas
de cultivo procedentes de todo el planeta, a salvo de plagas, guerras o
desastres naturales. El principal benefactor de esta iniciativa es Bill Gates.
Actualmente se conservan millones de semillas, procedentes
del entero mundo en su inmensa redondez. El lugar elegido es idóneo: sin
actividad volcánica, ni terremotos o
fuentes de radiación, a 130 metros por encima del nivel del mar y, con paredes
excavadas en el permafrost, el suelo permanentemente congelado de Spitzbergen,
que permite mantener durante todo el año temperaturas bajo cero sin mas consumo
eléctrico que el de la iluminación y algún sistema de drenaje.
Desde su fundación, y hasta no hace mucho, el Banco Mundial
de Semillas había sido simplemente receptor de semillas. Desgraciadamente, no
hace tanto se vió en la obligación, sin embargo, de devolver unos miles de
granos a Siria para regenerar un cultivo autóctono completamente arrasado por la barbarie del “estado islámico”.
Pero, incluso aquí, en Spitzbergen, las semillas no están
totalmente a salvo. Si hay una zona verdaderamente sensible al cambio climático,
esa es el Ártico. Por ello, no en vano,
el documental de IB Cinema, que filmo paralelamente a la prueba de Kodak, comenzó
denominándose “Svalbard: el termómetro de Ártico”.
Este invierno, aunque extremadamente frío en Europa
continental, fue anormalmente “cálido” en Svalbard. Ocurrió lo mismo el pasado año y, de hecho, se ha observado, el verano pasado, como, en determinadas zonas, capas poco profundas del permafrost muestran
indicios de descongelación. En previsión de que el mal se acentúe, el Banco
Mundial de Semillas está actualmente construyendo una red de drenaje que
permita recoger cualquier tipo de filtración de agua, en caso de que se
produjera. En la zona que nos dejaron visitar, el ambiente era como se
esperaba: frío y seco. Esperemos que se mantenga así por los siglos de los
siglos, pensando no ya en la salud del planeta, sino, egoístamente, en la supervivencia de nuestra especie.
DE LA BÓVEDA DEL FIN DEL MUNDO A LA CRIPTA DE LA SABIDURÍA
DEL JUICIO FINAL.
Muy cerca del Banco Mundial de Semillas, en otra mina de
concepción similar, se encuentra el Archivo Mundial del Ártico, cuya finalidad
primordial, desde su inauguración, el pasado 27 de marzo de 2017, es la
salvaguarda del conocimiento humano no solo de una hecatombe, sino también de
ciberataques, la obsolescencia tecnológica o el "apagón digital". Pudiera afirmarse que, esta, es la cripta en la que se almacenará la sabiduría humana hasta el día del juicio
final.
Adentrase en el Archivo Mundial del Ártico es
virtualmente imposible. Sin embargo, para el documental "Spitzbergen: el
guardián del Ártico", conseguí las autorizaciones necesarias
para filmar con película Kodak determinadas partes de las
instalaciones.
¿CÓMO SE ARCHIVA EL CONOCIMIENTO HUMANO?
El Archivo Mundial del Ártico funciona con la misma filosofía que la
cercana Bóveda Mundial de Semillas, sólo que aquí lo que se almacena es todo tipo de
información, incluso digital, transferida a película fotoquímica capaz de
durar, a temperaturas bajo cero, mas de 1.000 años con un coste de
mantenimiento casi nulo (el frío se garantiza, al igual que en la Bóveda de las
Semillas, por el permafrost en
cuyas entrañas se encuentra construida la cripta).
En apenas un año de funcionamiento, el Archivo Mundial del Ártico custodia ya valiosos documentos, fundamentales para nuestra civilización, del Archivo Secreto Vaticano; también, entre otros, los contenidos del Museo Nacional de Noruega o el Archivo General de la Nación, de México.
En apenas un año de funcionamiento, el Archivo Mundial del Ártico custodia ya valiosos documentos, fundamentales para nuestra civilización, del Archivo Secreto Vaticano; también, entre otros, los contenidos del Museo Nacional de Noruega o el Archivo General de la Nación, de México.
Incluso una empresa privada, Tata, guarda 50 millones de
datos, para el gobierno indio, pues este sistema que combina el acceso digital con la permanencia del soporte
fotosensible tiene una virtud única que lo mantiene libre de revisionistas
vaivenes políticos: al estar la información codificada en película resulta
imposible modificarla o hacerla desaparecer (como ha ocurrido en España, con
mucha documentación oficial, durante los primeros años de la transición).
Este tipo de tecnología, que transforma la película fotosensible en un medio de preservación digital, es el único método de archivo de datos que garantiza integridad y permanencia a través de los siglos, con bajo coste y sin necesidad de migraciones. Los datos, reiteramos que imborrables y no modificables, son totalmente accesibles de forma remota. Al ser fotoquímicos, con soporte de poliéster, se pueden almacenar, por los siglos de los siglos, combinando a la vez tanto el formato digital con imágenes de texto legibles a simple vista.
El sistema de conservación en película empleado en el Archivo Mundial del Ártico tiene otra ventaja: es el único inmune al temido "apagón digital" que ocasionaría un nuevo "evento Carrington" (o "llamarada de Carrington"): de vez en cuando, el sol libera grandes cantidades de energía a modo, diríamos de llamaradas, que cuando llegan a la Tierra, si son de baja intensidad, el campo magnético terrestre actúa a modo de escudo protector, desviando la energía a los polos y originando las denominadas auroras boreales.
Alguna de las llamaradas de estas tormentas solares son mas intensas, como la ocurrida en 1859, descrita por el astrónomo británico Richard Carrington: en aquella época sólo afectó a la línea de comunicaciones en Morse norteamericanas. Si esa cantidad de energía llegase hoy a la Tierra, afectaría a las comunicaciones, la electrónica y todo lo relacionado con el archivo magnético o digital.
El 23 de julio de 2012 una de estas llamaradas atravesó un lugar del espacio en donde la Tierra había orbitado una semana antes. Las posibilidades de que una "llamarada Carrington" alcance la Tierra está establecida en un 12 por ciento cada diez años, según cálculos de la National Academy of Science. Si en siglos anteriores los daños fueron mínimos, actualmente, en un mundo digital y electrónico, podría dejar a la civilización sin comunicaciones y sin buena parte de sus archivos de datos. Es por ello que, por parte de los gobiernos y las grandes empresas, se necesitan tomar medidas y conservar sus datos, ya sean digitales o no, en película indeleble en el Archivo Mundial de Ártico.
Este tipo de tecnología, que transforma la película fotosensible en un medio de preservación digital, es el único método de archivo de datos que garantiza integridad y permanencia a través de los siglos, con bajo coste y sin necesidad de migraciones. Los datos, reiteramos que imborrables y no modificables, son totalmente accesibles de forma remota. Al ser fotoquímicos, con soporte de poliéster, se pueden almacenar, por los siglos de los siglos, combinando a la vez tanto el formato digital con imágenes de texto legibles a simple vista.
El sistema de conservación en película empleado en el Archivo Mundial del Ártico tiene otra ventaja: es el único inmune al temido "apagón digital" que ocasionaría un nuevo "evento Carrington" (o "llamarada de Carrington"): de vez en cuando, el sol libera grandes cantidades de energía a modo, diríamos de llamaradas, que cuando llegan a la Tierra, si son de baja intensidad, el campo magnético terrestre actúa a modo de escudo protector, desviando la energía a los polos y originando las denominadas auroras boreales.
Alguna de las llamaradas de estas tormentas solares son mas intensas, como la ocurrida en 1859, descrita por el astrónomo británico Richard Carrington: en aquella época sólo afectó a la línea de comunicaciones en Morse norteamericanas. Si esa cantidad de energía llegase hoy a la Tierra, afectaría a las comunicaciones, la electrónica y todo lo relacionado con el archivo magnético o digital.
El 23 de julio de 2012 una de estas llamaradas atravesó un lugar del espacio en donde la Tierra había orbitado una semana antes. Las posibilidades de que una "llamarada Carrington" alcance la Tierra está establecida en un 12 por ciento cada diez años, según cálculos de la National Academy of Science. Si en siglos anteriores los daños fueron mínimos, actualmente, en un mundo digital y electrónico, podría dejar a la civilización sin comunicaciones y sin buena parte de sus archivos de datos. Es por ello que, por parte de los gobiernos y las grandes empresas, se necesitan tomar medidas y conservar sus datos, ya sean digitales o no, en película indeleble en el Archivo Mundial de Ártico.
¿QUIEN ESTÁ DETRÁS DE ESTA TECNOLOGÍA?: PIQL, LA INVENTORA
DEL CINEVATOR, Y KODAK, EL FABRICANTE DE LA PELÍCULA.
Durante las pasadas dos décadas, ciertas producciones audiovisuales pasaron a
ser originadas o postproducidas en soporte digital pese a que su distribución
final se hacía en película de 35 mm. Cinevator, desarrollado por la firma
noruega PIQL, agrupa bajo esta marca a toda una línea de aparatos que, a partir
de un archivo digital, hacen una copia positiva en 35 mm o bien internegativos
para su copiado clásico en laboratorios tradicionales. Entre los clientes de
Cinevator se encuentran los principales estudios de Hollywood, como Walt
Disney, Warner Bros, Universal, Dreamworks o Paramount.
Gracias al Cinevator, los originales informáticos de, por
ejemplo, el clásico digital Toy Story, que se habían
corrompido, se encuentran a salvo en archivo fotoquímico.
Tras años de investigación, el sistema de PIQL fue adaptado para la conservación de todo tipo de archivos, digitales o no: los formatos y algoritmos están impresos en la película en formatos tanto digitales como legibles a simple vista. El código fuente de software de decodificación se almacena también en el rollo de película, lo mismo que las especificaciones del formato de archivo.
El sistema permite el acceso inmediato desde cualquier parte del mundo: al solicitar un determinado archivo, este se saca del almacén, lee la parte necesaria de la película y la transmite. Mientras tanto, el original fotoquímico permanece sin posibilidad de ser alterado, en el Archivo Mundial del Ártico.
Tras años de investigación, el sistema de PIQL fue adaptado para la conservación de todo tipo de archivos, digitales o no: los formatos y algoritmos están impresos en la película en formatos tanto digitales como legibles a simple vista. El código fuente de software de decodificación se almacena también en el rollo de película, lo mismo que las especificaciones del formato de archivo.
El sistema permite el acceso inmediato desde cualquier parte del mundo: al solicitar un determinado archivo, este se saca del almacén, lee la parte necesaria de la película y la transmite. Mientras tanto, el original fotoquímico permanece sin posibilidad de ser alterado, en el Archivo Mundial del Ártico.
Hasta ahora, el principal proveedor del Archivo Mundial del
Ártico era Kodak. Pero en mi visita a las instalaciones, he visto alguna lata de
otro fabricante, OrWo, información que,
por supuesto, he pasado a Rochester. Ni de lejos OrWo, una firma que tiene su
origen en la infame IG Farben , productora del gas Zyclon B, con el que los nazis
gaseaban a los judíos, puede tener legitimidad para formar parte de un proyecto
de esta índole (y dudo que su tecnología pueda competir con la de Kodak).
CENANDO CON LENIN BAJO EL SOL DE MEDIANOCHE
El regreso a Longyearbyen fue ¡bajo nieve! Cenamos pescado del fiordo bajo un
busto de Lenin que, como se ve al principio de esta publicación, ¡se encuentra muy bien custodiado!
El busto se encuentra temporalmente cedido al restaurante por el hombre más rico de Svalbard: el dueño de la mina de Barentsburgo (en la época soviética, su director), un asentamiento minero con alrededor de 300 habitantes.
El busto se encuentra temporalmente cedido al restaurante por el hombre más rico de Svalbard: el dueño de la mina de Barentsburgo (en la época soviética, su director), un asentamiento minero con alrededor de 300 habitantes.
Ya en el hotel The Vault, el tiempo mejoró radicalmente y,
justo antes y después de la medianoche, comencé a filmar intervalométricamente
(timelapse) desde la habitación de mi
hotel, que, por suerte, hacía esquina: unas ventanas con vistas al fiordo, otra
hacia el pueblo. ¡Mi tercera "noche" en que sólo dormiría 4 horas!
Texto y fotografías: DERECHOS RESERVADOS. Prohibida su reproducción.
No se pierda, amable lector, las anteriores entradas de esta bitácora:
Capítulo 1: https://mimundoensuper-8.blogspot.com.es/2018/05/spitzbergen-el-guardian-del-artico-en.html
Capítulo 2: https://mimundoensuper-8.blogspot.com/2018/05/spitzbergen-el-guardian-del-artico-en_27.html
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