En Foto Artús también venden accesorios. En estos tiempos, artículos como un filtro, que necesito, son más baratos por Internet, y Amazon, por ejemplo, es un vendedor fiable y sorprendentemente rápido.
Pero como Foto Artús crea empleo en La Coruña, y paga sus impuestos
aquí, aun suponiéndome que iba a resultar más caro, fui a comprar un filtro
tipo 85 B (el correcto para filmar en exteriores con la Kodak Ektachrome 64
para luz de tungsteno), de la acreditada marca B+W,
que produce Schneider, mi fabricante europeo favorito (japoneses, me
gustan los filtros Fujifilm, los Nikon y la gama
alta de Hoya), pues ¿de qué vale una buena óptica Schneider, Leitz o Fujinon EBC si al final usas una birria de
filtro hecho en la genocida China roja? Mi presupuesto no podía sobrepasar los
50 euros.
Cuando
llegué, mi sorpresa fue máxima pues ¡los filtros estaban de oferta a sólo 10
euros! de forma que salí de Foto Artús con ¡cinco filtros por el precio de
uno!, tres de ellos B+W, uno de Nikon y otro de Hama, marca teutona a la que
tengo cariño pero de la que dudo que en la actualidad fabrique sus filtros en
Alemania (de ser así, lo indicaría en el envase).
Para
colmo de delicia, el filtro Nikon trajo en el interior de su cajita un
descomunal prospecto tipo sábana, impreso en caracteres casi infinitesimales,
con una descripción exhaustiva de toda su gama y usos.
He
de volver a Foto Artús para ver si me pueden guardar algunos otros filtros para
el mes que viene. La razón de que los salden es que la chusma del digimerde, en
general, no usa filtros: por una parte, les da igual no proteger sus objetivos
(que saben no les durarán mucho) y, por otra, desconocen sus propiedades. Como
tienen la errónea creencia de que todo lo podrán solventar o corregir en
postproducción, mucho "profesional" de la digimerde no sabe explicar
la diferencia, por ejemplo, entre un filtro 85A, B o C.
A
la salida de Foto Artús, en el puerto, me topé con una sorpresa: el megayate de
un oligarca ruso, Andrei Menilchenko, con una eslora de 119 metros, que costó
250 millones de euros y necesita de una tripulación de cuarenta personas. El
yate, de lo mejor que se ha visto por nuestra rada, se llama simplemente A, en
honor a la primera letra del nombre de pila de la esposa del magnate, la señora
Aleksandra Nicolick. Según mi amiga Sveta, el señor Melnichenko dice que es
ruso pero en realidad es un judío de ascendencia ucraniana. Dado que soy un gran admirador del pueblo judío, ¡a ver si mi invitan a subir a la nave!, para ver si dispone de sala de proyección, así como de algún tanque ruso Lomo para revelar :-)
Algunos
espectadores comentaban las típicas consignas buenistas de "que mal repartido
está el mundo". Desconozco a que se dedica el propietario, y, a diferencia
de Sveta, tengo en gran estima a los hermanos de raza de Nuestro Señor,
pero uno no tiene nada que objetar si las fortunas están amasadas en
buena lid, generando riqueza y pagando impuestos. Siempre cito el ejemplo de
J.K.Rowling: se convirtió en una de las mujeres más ricas de Europa sólo con el
poder de su imaginación; cuando escribió su primer libro, pasando frío, en una
habitación alquilada, era tan pobre que, como no podía pagar fotocopias, mecanografiaba
usando papel carbón.
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