viernes, 24 de agosto de 2018

SPITZBERGEN: EL GUARDIÁN DEL ÁRTICO. En Súper-8 4K de Kodak. Cuaderno de bitácora número 15.

DESORIENTADOS, EN MEDIO DE UNA TORMENTA DE NIEVE.
Con un sol que, desde que el rompehielos “Malmö” partió de Longyearbyen, se había mostrado bastante esquivo (salvo, en ocasiones, ¡en torno a las 12 de la noche!), el lunes 7 de mayo pudimos vislumbrar, en el desayuno de las ocho,  una mañana prometedora. Tal vez influyese en mi positivo estado de ánimo el hecho de que, ¡por fin!, pude disfrutar de cinco largas horas de sueño reparador. ¡Imposible predecir que, en pocas horas, íbamos a acabar inmersos en una descomunal tormenta de nieve!
PRUEBA DE LA NUEVA EKTACHROME 100D VERSIÓN EXPERIMENTAL.
Desde el carajo de la verga de proa, el doctor Audun Rikardsen, mientras nosotros desayunábamos, oteaba las orillas del fiordo Raudfjorden en busca de vida en medio de un paisaje desolado al que, menos mal, la luz del sol dotaba de un misterioso atractivo. Las peculiares cumbres, recubiertas de nieve, fulguraban al sol. El sol me hacía olvidar el cansancio y la preocupación (de que alguna filmación saliese mal), que me oprimía. El sol me vivificaba y hasta sentía deseo de quitarme algo de ropa. 
El topónimo en noruego de este fiordo es una corrupción del original en inglés Red Fjord, con el que fuera bautizado por el explorador y ballenero británico Robert Fotherby a principios del siglo XVII. Su extremo meridional se encuentra dividido por dos pequeños fiordos, el Klinckowströmfjorden y el occidental Ayerfjorden, separados por la alargada península de Buchananhalvoya, que debe su nombre al explorador escocés John Young Buchanan, quien la cartografió en la segunda mitad del siglo XIX.
Como Audun, con sus prismáticos Fujinon EBC de uso militar, divisó un nido de focas, Svein hizo tañer la campana avisándonos del inminente desembarco en las zodiacs. El ritual, como de costumbre, consistía en vestirse contra reloj con tres capas de ropa térmica, ropa noruega, traje polar, botas hasta la rodilla, gorro y chaleco salvavidas, sin olvidar la bolsa impermeable para las cámaras. Confiado debido a la ausencia de incidencias en las previas singladuras en zodiacs,  y por la tranquilizadora presencia de sol, esta vez, no protegí la cámara Bauer A512 con su funda impermeable, algo de lo que luego me arrepentiría: ¡cuán sabio es Svein, que nunca se cansaba de repetir el lema ártico: “prepárate para lo peor aunque lo que luego venga no sea tan malo”!.
A estas horas de la mañana, con sol, decidí cumplimentar el propósito principal que me había sido encomendado por Kodak: nuevas tomas con la nueva película inversible Ektachrome 100D 7294 en su versión “beta”, o sea, experimental.  En fábrica tomaron notas de mis sugerencias, según pude comprobar en la versión final que me enviaron durante este mes de agosto y que he filmado la semana pasada en la ciudad de Ferrol, a unos sesenta kilómetros de La Coruña (en Galicia, noroeste de España). Aunque no es mucho lo que puedo revelar de momento al lector, debido a un compromiso de confidencialidad suscrito con el presidente de la división Motion Picture de Kodak, Steve Bellamy, sí que hay una cosa que es posible adelantar: la película discurre suavemente tanto en el cargador de Single-8 como en el de Súper-8.
NIDO DE FOCAS.
Una vez las dos zodiacs en el agua, en silencio, nos alejamos del “Malmö” y estuvimos bordeando la costa del fiordo hasta que llegamos a una calita protegida del inmisericorde viento que, con una fúnebre letanía, no deja de asolar estos confines árticos dejados de la mano de Dios. 
Las focas tienen el sentido del oído muy desarrollado, tanto fuera como dentro del agua, de forma que las instrucciones eran de navegar hablando lo imprescindible y susurrando. Aparte del motor de las embarcaciones, lo mas ruidoso era el trasporte de la película a través de la Bauer A512.
Avanzando con extrema lentitud, los indicios que  Audun Rikardsen pudo apreciar desde el carajo del rompehielos “Malmö” se demostraron acertados: nos topamos con el aguardado ¡nido de las focas!
A la hora de apretar el disparador de obturación de las cámaras, mis compañeros de expedición lo tenían mas fácil que uno, a excepción de Reidar Gregersen: como, desde las zodiacs, ellos se limitaban a disparar fotografías o diapositivas, entre estabilizadores electrónicos y el incremento de la velocidad de obturación, podían usar potentes teleobjetivos, no así uno que,  filmando con película, se veía afectado por el constante bamboleo de la frágil embarcación.
Aun con el sol velado, me dio tiempo a hacer unas buenas filmaciones con la nueva Kodak Ektachrome 100D 7294 de preproducción. 
Audun Rikardsen aprovechó la ocasión, también, para disparar unas diapositivas mediante la técnica que le ha hecho mundialmente famoso: con la cámara,  semisumergida en el agua helada, introducida con un granangular ultra extremo en la carcasa submarina de fabricación propia, que fue acercando lentamente a las focas, con el auxilio de una pértiga larga.
Aunque, por lo que pudimos comprobar, a las focas les agrada tomar el sol, necesitan de nieve y hielo para su subsistencia: si no se toman medidas serias para controlar el cambio climático, el futuro para las focas se volverá incierto. 





HIELO EN RETROCESO. 
La primera vez que estuve en Spitzbergen fue en 1995: en este casi cuarto de siglo, según me explicó Audun, la línea de hielo ha retrocedido varios metros. El cambio climático, que en zonas mas meridionales apenas se nota, en Spitzbergen, que es, ya se ha explicado,  como una especie de termómetro para medir la salud de la Tierra,  ocasiona cambios drásticos, que afectan a la fauna, y que aceleran el calentamiento global:  en otra entrega relataremos las consecuencias nefastas para el planeta que tiene la paulatina descongelación del permafrost (el suelo helado de Spitzbergen), debido al calentamiento global; este fenómeno libera carbono a la atmósfera, especialmente en forma de C02, en cantidades que se incrementan cada año, de tal manera que la vida para nuestra especie pueda ser imposible en un futuro cercano. Lo alarmante de la situación es que, por mucho que a uno le guste la ciencia ficción, la realidad es que el Hombre no tendrá ningún otro sitio adónde ir.
LA BAUER ¡SE CONGELA EN MEDIO MINUTO!
El tiempo empeoró súbitamente. La presión atmosférica bajó de forma brusca y la creciente nubosidad fue difuminando el sol hasta que el cielo se volvió totalmente gris y la temperatura descendió en cuestión de menos de media hora a -20 grados Celsius. En ruta, en las zodiacs, a otro emplazamiento de la península Buchananhalvoya, en el fiordo Klinckowströmfjorden,  distante casi una hora de navegación, el viento recuperó su fuerza, con su letanía satánica, al tiempo que las aguas se encrespaban. Mal acostumbrado por singladuras precedentes en zodiac, que transcurrieron sin contratiempos en cuanto a salpicaduras,  dejé de hacer caso de la repetida máxima ártica “prepárate para lo peor aunque luego lo que venga no sea tan malo” y, en lugar de filmar en la zodiac con la Eumig Náutica sumergible y resistente a la intemperie, lo hice con la Bauer A512 ¡sin protección! 
Una ola rebelde salpicó la cámara de lleno: a una temperatura inferior -20 grados Celsius, con viento,  no me dio tiempo ni a secarla;  antes de poder reaccionar, la Bauer A512 se criogenizó en menos de medio minuto. Tumbándome en el suelo de la zodiac, conseguí guardarla en el interior de mi mochila impermeable y extraer la Eumig Náutica, el modelo que había traído a Spitzbergen precisamente para filmar en las travesías en zodiac y que sólo llegué a usar durante el primer desembarco: la definición de su objetivo no permite sacar todo el partido de las nuevas emulsiones Kodak, pero, lejos del “Malmö”, donde tenía otra Bauer A512, no tenía más alternativa que seguir filmando con la Eumig, incluso en tierra.
Atracamos en una playita con algo de arena que, sin embargo, hace cuatro lustros, en esta época del año, no existía, dado que el hielo, en aquel entonces,  llegaba hasta el mismo borde del agua.
En el caso de nuestra expedición, mucho mejor así, pues es más fácil desembarcar en la arena que en el hielo. Pese a todo, no queda otra que meterse en el agua. Una vez que los expedicionarios estuvimos en suelo firme, empujando entre todos, adentramos las zodiacs en la arena. Después, tras trepar sobre el metro de altura de hielo, tocaba una caminata de varios kilómetros, a un lugar en el que Audun, desde el carajo, había avistado morsas.
LA GUARIDA DE LAS MORSAS.
Tuvimos suerte pues la colonia de morsas se encontraba todavía descansando en el emplazamiento estimado por Audun. Los últimos cientos de metros representaron una especie de Via Crucis dado que nos vimos obligados a arrastrarnos, penosamente y en silencio, sobre la nieve y el hielo. Aquí y allá, grietas escondidas bajo la nieve o zonas de hielo sobre las que resultaba difícil no resbalar. De vez en cuando sorprendía ver, entre la nieve,  algún leño de gran tamaño en un lugar donde no existen árboles: son restos de asentamientos balleneros de los siglos pasados que hoy no se  pueden ni rozar dado que son “bienes” protegidos. Es increíble comprobar como, al menos en estas latitudes, la madera supera el paso del tiempo mejor que el hierro.
Inmediatamente, se estableció un perímetro triangular de seguridad armado: en la retaguardia, la amazona del Ártico, Delphine Dupré. En el otro extremo, con otro Mauser, el guerrero inuit Kanun Lennert; con nosotros, Svein Wik, el único que permanecía todo el tiempo en pie. El doctor Audun Rikardsen, aunque también tenía el cometido de disparar diapositivas con su Canon, iba igualmente armado con rifle y pistola: toda protección es poca contra los osos polares, como hemos visto en entregas previas, pues es el depredador de mayor tamaño sobre la faz de la Tierra, mucho mas feroz que cualquier otra raza de osos, y capaz de cortar la médula espinal de un hombre en una fracción de segundo: el oso polar es el único depredador que acecha a los humanos como presas.   
 La intrépida Luisa Lane noruega, Kari Toft, arrastrándose sobre la nieve, se acercó a la colonia, micrófono en mano,  mientras desde la distancia, con el objetivo de focal variable a tope, Reidar Gregersen la grababa para su programa de la Norwegian TN NRK.
En el siguiente fragmento a baja resolución, el lector puede ver parte del metraje filmado con la Eumig Náutica empleando Kodak Vision 50. Tras su digitalización, apliqué un programa de reducción de grano: el resultado, todavía sin etalonar, no me gusta pues prostituye la imagen asemejándola a digital (aunque, por desgracia, esta estética de mierda -con perdón- es la que gusta a los tahúres que compran "material" para televisión).

TODAS LAS ESTACIONES DEL AÑO EN UNA JORNADA.
Conforme nos acercábamos a las morsas, la presión prosiguió bajando, motivando que el tiempo empeorase todavía mas. Reptando sobre la nieve, llegamos a estar bastante cerca de las morsas, hasta que, de repente, se inició una tormenta de nieve y viento, que hizo que las morsas regresaran al agua. Toda una pena pues nuestro objetivo era aproximarnos hasta casi tocarlas.
En esta inhóspita península, sin nada en donde cobijarse, si sobreviene una tormenta de nieve y viento, uno corre el riesgo de perderse si se separa del grupo;  en medio del temporal no hay forma de orientarse: en estas latitudes tan cercanas al Polo Norte las brújulas no funcionan y, por supuesto, como ya hemos dicho, no hay cobertura de móvil. 
La razón de que las morsas, en el peor momento de la nevada, se sumergiesen es que la temperatura ¡estaba mas caldeada en el agua que fuera! Mientras fuera la temperatura bajo a -10 grados Celsius (con un sensación térmica todavía mas baja por culpa del gélido viento), el agua del mar polar era de 1.6 grados (el agua salada se hiela a -2.2 grados).
El británico Brian Matthews y el noruego Audun Rikardsen dispararon algunas de las mejores diapositivas de las morsas. En el hielo, bajo la nieve, sin el menor amparao, el aliento se nos helaba en la cara: ¡parecía que llevásemos grandes barbas blancas! El viento y la nieve azotaban nuestro rostros: casi no podíamos hablar ni respirar. 
El que haya tenido que manipular una cámara de cine en estas condiciones, que somos muy pocos en el mundo, podrá valorar el logro de las imágenes obtenidas: para manipular los pequeños botones de la Bauer A512 necesitaba despojarme de los guantes y los mitones: entonces, era como si mis dedos no existieran. La piel de mis manos se volvió blanquecina; cuando se heló la cámara por completo, ya no pude filmar mas. 
 Tras la nevada, por fortuna sin aparato eléctrico,  como el viento, lejos de disminuir, se recrudecía, con el pavoroso lamento con el que sopla en estos inhóspitos parajes desolados, Svein optó por ordenar el regreso al “Malmö”, apresurada retirada que representó toda una odisea, con el mar enfurecido, y que nadie pudo filmar ni fotografiar pues necesitábamos sujetarnos con ambas manos para no caer fuera de las zodiacs. Nadie pronunciaba una palabra: el único que dejaba oír su voz era el viento. ¡Ay, Dios: pocas veces temí tanto por mi vida! Olas de mas o menos un metro, de gélidas crestas, empapaban las zodiacs; esta vez no me quedó otra que ponerme guantes y "mitones" y encomendarme, una vez más, al amparo de la Virgen de Pastoriza (cuya efigie preside el vestíbulo de IB Cinema), para que intercediese en busca de protección ante el Altísimimo. Con esta mar, y un viento tan fuerte, trepar a bordo del rompehielos "Malmö", oscilando arriba y abajo, con la zodiac rebotando,  me hizo pensar en lo que debían sufrir los balleneros españoles que llegaron a estos confines hace siglos sin equipamientos impermeables y térmicos como los nuestros. No era uno el único expedicionario preocupado, como revelaba el hecho de que nadie articulase una palabra, con la excepción de Svein y Audun con sus órdenes. Una vez todos a salvo, comenzó a nevar nuevamente. En una misma jornada, la naturaleza nos había dado a vivir el verano ártico, la primavera, el otoño y lo peor del invierno.  
Fue muy curioso, al entrar en el "Malmö", tras tantas horas a la intemperie, que sobre la cámara Bauer A512 se forma una escarcha blanca. Sinceramente, no sé como aguantó. 
Pero como todo es susceptible de empeorar, lejos estábamos de suponer, a estas alturas, que al día siguiente, en el fiordo situado al lado occidental de la península Buchananhalvoya, el Ayerfjorden,  ¡ocurriría un percance debido al cual el capitán se vería obligado a llamar al helicóptero de salvamento! (que, en Spitzbergen, sólo acude si se tiene suscrita una póliza de seguro especial que cubra los gastos de su desplazamiento).  Esto, y mucho más, en la próxima entrada, el próximo viernes, en esta bitácora. 
LA OPERACIÓN ÁRTICA DE KODAK, EN EL PERIÓDICO CORUÑÉS "LA OPINIÓN".
La amiga Ana Rodríguez, del diario de pago coruñés "La Opinión", es una de las lectoras asiduas de esta bitácora, muy especialmente de las entregas relacionadas con esta operación Kodak Ektachrome en el Ártico.
El miércoles me llamó, de su parte, un redactor del periódico, quien, a vuela pluma, preparó un bonito artículo que apareció en la edición del jueves 23 de agosto, a página completa, y en impar.
Me encanta el lead: "la empresa Kodak necesitaba expertos para probar su novedosa película Ektachrome en diferentes espacios y un de los elegidos fue el coruñés Ignacio Benedetti, que le tocó en el Ártico".
Para proseguir: "al mismo tiempo que realizaba las pruebas que le había encargado la multinacional americana, Benedetti filmó un documental sobre el cambio climático en el formato en que es experto, el súper ocho. Su experiencia en uno de los lugares más recónditos y fríos del planeta hizo que tomara conciencia sobre las placas de hielo que se han derretido y sobre cómo afecta a los animales autóctonos que viven en la zona".
¡¡¡Muchas gracias, amiga Ana!!!, agradecimiento que hago extensivo al redactor M. Mannav.

Si es nuevo en esta bitácora, no se olvide de leer las inauditas informaciones publicadas en las entradas anteriores: 

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