miércoles, 18 de enero de 2023

EL ALBATROS QUE VIAJA DE POLIZÓN. Capítulo 22 de "Alén da fin do mundo"

"...unos albatros, extensos pájaros de los mares / que siguen, indolentes compañeros de viaje /al buque, deslizándose sobre los amargos abismos..." (Baudeleire)

Para rodar el tercero de mis largometrajes de la serie Stop Quecemento Global (Stop Calentamiento Global), titulado "Alén da fin do mundo" (Más allá del fin del mundo), deberé viajar durante 3 días, con el horario en contra, para conseguir embarcar en el rompehielos en el que haré una semi-circunnavegación por una Antártida a la que llegaré por el paso sureste y concluiré por el paso del noroeste, una travesía ciertamente de riesgo, sólo asumible por los navíos mas osados, pues el resto se limitan a recorrer la península antártica sin ni siquiera cruzar el círculo polar antártico.

Un capitán del otro buque de la naviera, al que tengo agregado en Facebook, me comentó el viernes pasado que mi rompehielos lleva, desde el 6 de enero, un polizón de excepción: ¡¡¡nada menos que un albatros!!!, parece ser que de una edad veterana (calculan superior a 40 años). 

Nadie sabe la razón que ha llevado al albatros a buscar acomodo en la nave: tal vez sea la edad; ¿quién sabe? Lo cierto es que, aunque en ocasiones desaparece por dos o tres días, siempre regresa, y no pocas veces se le ve flotando en el surco que van labrando el barco o, con las alas extendidas, volando tras la popa aprovechando las corrientes de aire.

¡Dios quiera que ese albatros tan peculiar no busque un nuevo horizonte y podamos coincidir surcando el Antártico! Si así fuera, dejaría corto al doctor Robert Cushman Murphy cuando, en "Aves Pelágicas de Sudamérica", escribió: "Ahora pertenezco a un culto superior de mortales, pues he visto al albatros".

Como el hecho me ha llamado mucho la atención, he consultado con el ornitólogo y naturalista gallego Antonio Sandoval, quien, amablemente,  me ha recomendado un par de libros sobre las aves antárticas, ya en mi poder, y otro más, un sesudo estudio académico sobre las distintas especies de albatros, que recibiré la semana que viene.

En una conferencia a la que asistí, hace unos años, de la doctora Josefina Castellví, primera mujer directora de una base científica en la historia de la Antártida (y cuidadosa administradora del dinero del contribuyente: ya casi no queda gente así), los albatros pueden recorrer distancias de unos 15.000 kilómetros en unos pocos meses. Este anciano polizón, también las recorre... pero sin necesidad de volar mas que para pescar algo de comida. 

Claro que los quince mil kilómetros de los albatros se quedan en poca cosa, si lo comparamos con el gaviotín o charrán (Sterna Paradisaea), ave monógama que para su apareamiento llega a la Antártida procedente desde el ártico, tras recorrer, y nunca mejor escrito, la friolera de 45.000 kilómetros. La Madre Naturaleza nunca deja de maravillarnos. 



(Continuará)

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